El trino de los vencejos (1)

Por Lago

17.05.2021

Volvieron esta primavera con su alocado vuelo los vencejos, con sus virajes provocadores, sus chillidos breves y agudos. Mi sobrino, que es muy entendido y preciso en detalles, asegura que los vencejos permanecen volando de forma ininterrumpida durante diez meses y que el trino de las hembras no es igual que el de los machos. Digo yo que lo de Dios es para hacérselo mirar: “las hembras emiten un “suíii” mientras que los machos prefieren lanzar un “srcíii”. Con esa sinfonía de eco que va a viene amanece frente a la ventana abierta del cuarto de baño mientras recorto mi barba y me dejo invadir por la atmósfera y la música de la primavera.

Cuando atardece, el espectáculo se traslada frente a la ventana del salón desde donde veo caer el sol entre nubes teñidas de colores cálidos. Esa tarde descubro un par de nubes bastante curiosas, recuerdo aquellas historias de los ufólogos que veían naves extraterrestres ocultas en nubes que no eran reales sino una especie de trampantojo creado a propósito para esconderse de nuestras curiosas miradas. Pensé que aquellas dos extrañas formaciones, ni cúmulos ni nimbos, podían ocultar dos típicos ovnis tripulados por habitantes de otro planeta. Mi sorpresa fue mayor cuando me pareció que se movían la una hacia la otra, cosa que no sucedía con el resto de las nubes que permanecían quietas. Fui a por el móvil y me dispuse a grabar un vídeo. Cuando se inició la grabación, el teléfono se empezó a calentar, tanto que tuve que dejarlo sobre el poyete de la ventana donde empezó a echar humo hasta que comenzó a arder. Tuve que ir a por un vaso de agua y echarlo encima mientras llamaba a mi mujer, Chon, Chon, ven, mi teléfono está ardiendo, dije nervioso trae el tuyo que tenemos que grabar esto. Vino Chon, asustada mientras miraba los restos de móvil, una negra chatarra aún humeante. Le pregunté nervioso dónde estaba su móvil, le dije que había que grabar aquello, ¿ves cómo se mueven, Chon? Yo creo que son dos naves ocultas entre dos falsas nubes, ¡qué tonterías dices, vaya gilipollez, una nave, una nave, yo no pienso grabar eso con mi móvil ni loca! Pero Chon, repliqué, si te parece una gilipollez no se por qué no quieres grabarlo, trae tu móvil que lo grabe yo. De eso nada, yo no te doy mi móvil, deja en paz ya las putas nubes, joder, mira cómo se ha quedado tu móvil que estás todo el día mandando wasaps y lo tienes ya petado, no me extraña que explote. Insistí mucho más nervioso: déjame tu móvil Chon que las nubes… ¡mira, mira!: ahora parece que un objeto metálico sale por uno de los bordes, ¿lo ves Chon? ¡Chon! ¿Qué te pasa? ¡Tienes las pupilas rojas, me quemas con tu mirada, para ya Chon, para... !

Era una de ellos, no se si lo había sido siempre porque un poco rara era pero no más que las otras mujeres de mis mejores amigos. Con grandes zancadas, salí corriendo, di un portazo, me escocían los ojos y me zumbaba la cabeza. Di la vuelta a la manzana para mirar el cielo. Ellas también se habían ido. Igual que mi mujer.

No he vuelto a saber nada de Chon, pienso en ella, en sus perfumes, en sus vestidos, en la tarde que nos conocimos, en su pelo rizado y en aquellos ojos rojos mientras miro por la ventana del baño y trato de imitar el sonido de los vencejos machos: ¡Srcíii! ¡Srcíii! Y luego el de las hembras: “suíii”, “suíii”.

Lago