El procrastinador y la disruptora

Por Kimi

05.06.2024

Se habían conocido en un restaurante, no había mesa libre y la disruptora le preguntó al procrastinador si no le importaba compartir la suya, bueno, vale pero espera un rato ahí en la barra, vale, vale, no quiero interrumpirte la comida, no te preocupes es solo un rato mientras me hago a la idea de que… Al rato, el procrastinador le dijo a la disruptora que ya podía compartir su mesa y el codiciado menú del día por 13 euros, tres platos, bebida y postre. El caso es que congeniaron, intercambiaron fluidos y algo empezó a cambiar en la vida de ambos.

A pocos kilómetros de allí, en el domicilio de los Hormonales, doña Julia le preguntaba a su hija mientras tendía la colada: “¡Hija!, ¡Qué, mamá!, ¿Has llamado otra vez al procrastinador? Sí, le he llamado ya cinco veces, pero ya sabes cómo es, que vale que mañana a las 9 y media pero luego no aparece. Pues llámale otra vez y le dices que ya es muy urgente, que la Andrea no lo tiene claro, que quiere retrasar su boda con el Claudio y que tiene que venir ya él en persona a arreglarlo. Vale, mamá, le llamo.

La hija de doña Julia Hormonal llamó al procrastinador y se llevó una gran sorpresa cuando este le respondió que acudiría en media hora y que antes le explicara la avería. Entonces Julita le dijo que el asunto era retrasar la boda de su hermana porque ahora no estaba segura con el Claudio. El procrastinador le dijo, en cuestión de segundos, que lo sentía pero que la cadena de microplásticos que había intercambiado con su novia a la que amaba locamente le había alterado el metabolismo o lo que fuera y, que según le había dicho el endocrino, de alguna manera un emisario de su novia estaba alterando su tendencia natural para dar largas a los asuntos: no dejes para mañana lo que puedas hacer dentro de un rato, dijo. Y le aconsejó que se buscara a otro procrastinador profesional.

A pocos kilómetros de la escena, la novia del procrastinador hablaba con su amiga, María Luisa, mira Luisa, a mí mi novio me ha cambiado radicalmente porque me ha enseñado a repensar esa tendencia mía a detener los procesos naturales, yo era antibesos, antiabrazos y todo lo que llegaba después, no sé por qué hija, era mi naturaleza, pero ahora he adelgazado, mira mi cintura, mira cómo me he quitado kilos de grasa y ya no pongo pegas, nos lo pasamos de puta madre en la cama. Y a él le veo, no sé cómo decirte, más decidido, más activo, debe ser el amor verdadero que altera el equilibrio hormonal y el destino de las personas.

Kimi