Las tres gracias y la urraca ladrona

Por Edgar

01.08.2023

Corrieron a la playa porque Aglaya, siempre tan bella, se había encontrado al despertar con su lado malo. Junto a sus dos hermanas, también desconsoladas, llegó a la orilla y gritaron al unísono el nombre de su madre ¡mamá, mamá! La ninfa salió de las profundidades del mar y preguntó a sus hijas ¿qué os pasa, niñas? 

Azoradas, interrumpiéndose en medio de otro mar de lágrimas, le explicaron que alguien les había robado el nombre y la belleza, mira mamá qué cara se me ha puesto… También les habían privado de los dones que se reciben sin esfuerzo y, por tanto, habían caído en desgracia, un estado desconocido para las tres hermanas, ya no tenemos salvación, mamá, estamos condenadas.

Bueno, bueno, dijo la madre, un poco de calma, ahora no puedo hablar con vuestro padre que está muy ocupado, vamos a casa a averiguar qué ha pasado. La ninfa afinó su olfato, rebuscó por las esquinas, no os preocupéis hijas, os prometo que encontraré a quien os ha robado vuestros nombres.

Las cuatro pensaron que el delito era obra de una nueva sirvienta, Ninette, que siempre se quejaba de su mala suerte y de la penosa situación en que se encontraba su padre que acababa de regresar de una guerra verdadera. Entraron en la habitación de la sirvienta y encontraron en las paredes papeles escritos con palabras como “Amor”, “Felicidad”, “Belleza”, “Abundancia” … ¡Ha sido ella, mamá!, dijo Talia, hay que avisar a nuestro padre antes de que sea tarde y nos marchitemos y nos sequemos, llama a papá por favor, mami.

Que ha pasado, ¿qué es eso tan acuciante que sucede en esta familia para sacarme de ocupaciones tan transcendentales para la humanidad?, preguntó el padre de las tres jovencitas. Papi, nos han robado las gracias y creemos que ha sido la nueva sirvienta, Ninette, mira las paredes de su habitación.

Hubo un juicio en el jardín aquella tarde de verano, rodeados de adornos de hadas mariposa, hadas sapo, bailes de hadas y dientes de león. La sirvienta aseguraba entre sollozos que ella no había robado nada y que los carteles los había colgado con chinchetas tras asistir a un curso de afirmaciones y pensamientos creativos. Pero ellos la acusaron y estuvieron a punto de llevarla a la justicia cuando apareció el jardinero: ¿buscan acaso esto? 

Allí estaban, sobre el lecho de un nido de ramas de zarzal: la belleza, el júbilo y la abundancia…

La ladrona no había sido la sirvienta sino una urraca, la misma que robó la cuchara y la moneda de plata para esconderlas en la acacia junto a la fuente de las Tres Gracias donde canta el pájaro que da cuerda al mundo.

Sonaron las campanas, Ninette fue acogida en el seno de la familia, las niñas recuperaron sus nombres, sus dones, la belleza de sus gestos.

La ninfa les dio la espalda, dijo ahí os dejo, me voy a dar un chapuzón a las profundidades, a ver si se me pasa un poco todo este sofoco.

Edgar