
DCLM.ES · RELATOS BREVES DURANTE EL CONFINAMIENTO
Una historia criminal bastante curiosa; existe odio, resentimiento, sentimientos de culpa, cierto arrepentimiento, desatinos, agua dulce y salada...
Desde luego, por aquel lejano año de 1869, los de “Loco Mía” no hubieran desplegado tanto abanico.
“Resultando que con motivo de haberse dado noticia al Juez de Ibiza, en la mañana del 25 de octubre de 1869, que en una de las acequias del Prado de las Monjas, había un hombre, al parecer ahogado. Se constituyó en dicho sitio acompañado del facultativo, hallando sumergido en el agua el cadáver de un hombre que resultó ser Vicente Yern y Ferrer, encontrándosele ocho heridas en la cabeza, causadas al parecer con piedra u otro instrumento contundente, la mayor parte de las cuales, según opinión del facultativo, debieron causársele estando ya dentro del agua, siendo calificadas de mortales de necesidad, sin que en las inmediaciones se notase vestigio de sangre y sí sólo dos pisadas en el margen de la acequia.
Resultando que la consorte del difunto Vicente Yern manifestó que su marido vivía fuera de su compañía desde agosto del citado año, sospechando pudiera ser el autor de su muerte el procesado Vicente Ferrer y Serra, con quien había tenido repetidas cuestiones acerca de la herencia de su madre.
Resultando que según declaración de Mariano Riera, éste había visto al procesado en la misma mañana del suceso; y preguntándole qué había sido de su cuñado, le contestó el Vicente con medias palabras y balbuceando que no lo sabía, y que no le dijera a nadie que le había visto; que el declarante fue después a la Parroquia de Jesús, encontrando de nuevo al Ferrer, que le volvió a encargar no dijera nada, pidiéndole parecer si sería mejor huir o presentarse en el cementerio, donde estaban practicando la autopsia del cadáver de su cuñado, y en donde efectivamente se presentó poco después el testigo.
Resultando que el tabernero Vicente Planelles dijo que en la mañana del 26 de octubre, estuvo Vicente Ferrer en su casa y le pidió dos bollitos y un vaso de agua. Que enseguida dijo al declarante que fuera a buscar a Mariano Riera, para que los dos fuesen testigos de que habían dicho que habían muerto a su cuñado, añadiendo el Ferrer que estaba perdido, y que le castigarían sin culpa, marchándose enseguida.
Resultando que ampliada la declaración al procesado, si bien conviene que habló con los indicados testigos, expresa no recordar que hubiese dirigido a Mariano Riera las expresiones que éste refiere y que el mismo Riera fue el que participó la muerte de su cuñado. Que practicado un careo entre el procesado y el tabernero Planelles, dice el primero que no recordaba haber proferido las expresiones que éste supone, pero que si las dijo sería por estar asustado por la muerte de su cuñado y temiendo que se le hiciera algún cargo, en razón a que días antes habían tenido los dos algunas cuestiones, si bien después estuvieron juntos y en armonía.
Resultando que acordada la detención del procesado, le fueron ampliadas sus declaraciones, y manifestó que no se afirmaba en lo anteriormente declarado por no haber expresado toda la verdad, viniendo a referir el hecho tal y como pasó, y diciendo que exasperado a consecuencia de los repetidos insultos que su cuñado le dirigía, hasta el punto de tratarle de ladrón por cuestiones de la herencia de su suegra, fue a la casa de su repetido cuñado y le dijo que se quería ir con él fuera de la población para introducir un poco de tabaco; y habiendo accedido, salieron los dos juntos, tomando el procesado un garrote que había dejado escondido a la salida de la población. Que así fueron andando como cosa de media hora hasta llegar a una acequia y, aprovechando la ocasión en que su cuñado iba delante, le descargó un garrotazo en la cabeza, derribándole dentro del agua que, aunque trató de salir para defenderse, no le fue posible porque el declarante le descargó otro golpe, dejándolo en su concepto, no muerto todavía, si bien su intento fue concluir con él. Que el garrote, el cual se partió en dos pedazos a los golpes que con él dio a su cuñado, lo escondió en la orilla del mar y en dos sitios diferentes, regresando enseguida a la ciudad.”
Es obvio que Vicente Ferrer y Serra fue condenado al garrote de cabeza.
En mi opinión creo que el tal Ferrer era objeto de uno de los males que secularmente han caracterizado a nuestra tierra: La envidia.
Carlos Muñoz González
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