Atracos a los bienpensantes

Por A>rtur Menescal

23.10.2021

Había conceptos que caían en mi cerebro como bombas de racimo: por más que le daba vueltas, no era capaz de entenderlos. Algunas sentencias tenían cierto pase como aquella de Maimónides: “Si en la poesía hay verdad no hay menos poesía en la verdad”. Vale, de acuerdo, poesía, pero otras veces otros pensamientos fracturaban mis neuronas, llegué a creer que me faltaba un riego o, como dicen en mi pueblo, que no estaba completo. También pensaba que, tal vez, se tratara de frases fuera de contexto, perdidas de madre. El caso es que me resistía a empezar un nuevo libro ante la posibilidad de encontrarme en la primera hoja con una cita bien redactada pero absolutamente para mi incomprensible: excepción hecha de la Teoría de la Relatividad, detesto no entender bien las cosas. Releía, ordenaba las sinapsis eléctricas de mis células del sistema nervioso y hasta llegué a tomar una buena dosis de Fosglutén reforzado. Una noche me levanté, cogí un bolígrafo y redacté una sentencia con el mandato de no entenderla, aunque su factura fuera redonda:

“La realidad se escapa del círculo de la ficción cuando la línea divisoria ensalza el mito”.

Bien, me pareció que se adaptaba a la línea que tanto tiempo me había torturado. Ahora solo me faltaba intentarlo de nuevo y buscarme un autor ficticio pero de nombre contundente: 

“Si miramos la realidad con distintos ojos cada día, el pincel de tu vida dibujará paisajes neutros”. Abraham Delate.

Empezaron a cobrar cierta fascinación aquellas frases lapidarias pero carentes de todo sentido, al menos para mi, y decidí abrir una línea de negocio de párrafos sublimes para ofrecer a las editoriales. Redacté tres más:

“Solo cuando a la belleza se honra con dulzura, la gratitud emerge como una voluntad natural nacida sin fórceps”. Beblio Mellizo

“Aunque pienses que lo mereces, yo nunca forzaría el agradecimiento pues solo llaman a tu puerta cuando quien te agasaja es el espejo de tu condescendencia”. Sophie Jacintha

“Si la incertidumbre te persigue como un fantasma sin dientes, dispersa la voluntad y procura centrarte con plenitud mental en los agujeros negros situados en las entretelas de tus fijaciones”. John Parrot Scott.

Con el tiempo pude mantener una empresa de sublimes impenetrables que, mas a menudo de lo pretendido, suscitaba relaciones marmóreas o planas, mas no por eso dejé nunca de inclinarme cuando los hechos me demostraban, irremediablemente, que la estructura cedía a mi voluntad, si bien es cierto que en ocasiones el flujo se derramaba como una polución nocturna lo cual me sorprendía gratamente pero no me impedía cierto regocijo como buen adicto al sexo, al opio y a otras sanas costumbres de la burguesía bienpensante como el rigor en la adaptabilidad mimética y variable de un perico verde en un cráter volcánico, un mantis fantasma o un bicho palo en un palo pelado. 

A>rtur Menescal