El trino de los vencejos (y 2)

Por Lago

19.05.2021

Desde que Chon se había volatilizado, no paraba yo de buscar sucedáneos, lecturas como “La uruguaya”, música potente como las canciones de Traveling Wilburys, mi supergrupo favorito, pero me faltaba lo esencial, lo que busca en definitiva todo ser humano que se precie de albergar un ego o una identidad carismática. Me afilié a varias redes de contactos y se pusieron en contacto conmigo mujeres que reclamaban sexo y otras atenciones pero en realidad, yo solo buscaba cariño y reconocimiento. Hablé, por ejemplo, con Paula Trece, le pregunté si su apodado apellido significaba que era menor de edad pero me dijo que el trece le daba muy buena suerte y me preguntó qué quería yo exactamente de una relación. Yo solo quiero a alguien que me diga lo bien que hago las cosas, lo interesante que parezco a la vista de mis aficiones literarias y musicales, lo guapo que soy, etcétera. Paula me preguntó a qué me dedicaba y, ante su insistencia en detalles sobre mi situación económica, recordé aquella frase con la que siempre ligaba mi amigo Quique, "Hola, me llamo Quique y mi padre tiene un Rolex".

Por fin me llamaron del Ministerio de las Vacunaciones, por fin me iba a vacunar y puede que por fin, pronto, pudiera liberarme de la mascarilla. Acudí a mi centro de salud donde había una cola enorme: ¿Esta es la cola de las vacunaciones? Si, me dijo un caballero desconfiado que se apartó de mi como si fuera un leproso, o peor. Estaba cansado de la vida y me fui a sentar a un banco. A mi lado había una mujer, también con su mascarilla, nos miramos: ¡CHOOOON!, exclamé. Era mi Chon que aparecía de nuevo en la tierra un mes después desde la llegada de los vencejos y de las naves extraterrestres ocultas en trampantojos de nubes que no eran nimbos ni cúmulos. Joder, Chon, los dos nos emocionamos, nos quitamos las mascarillas y nos besamos tanto que formamos un pequeño escándalo: oigan, ustedes vienen a las vacunaciones o a practicar sexo oral y cosas por el estilo. Nos pusimos de pie y nos abrazamos en un tiempo y en un espacio infinito. ¿Qué pasó Chon? ¿Dónde has estado? ¿Por qué desapareciste? ¿Eres extraterrestre? Mis preguntas fluían azarosa y azoradamente cuando pronunciaron mi nombre para mis vacunaciones, entré pensando que cuando regresara Chon se habría vuelto a volatilizar. Pero no. Ya vacunado, me contó toda la historia. 

Al parecer, alguien le había implantado una especie de chip que al principio le resultó bastante útil. No necesitaba móvil, dijo, ya que todas las funciones del dispositivo se habían trasladado a mi cerebro donde también tenía acceso a la Wikipedia, a Google, a los traductores de idiomas, a las redes sociales, podía enviar wasap con la mente, y bastaba con un pensamiento mío para hacer cualquier tipo de preguntas y obtener todo tipo de respuestas exactas. En ese momento, dijo Chon, podía considerarme una superwoman: lo sabía todo en cuestión de nanosegundos. No te dije nada, porque en aquella época ya estábamos juntos, pero en cuestión de meses aprobé tres oposiciones: a la notaria, al registro de la propiedad y al cuerpo diplomático. Me dieron un ascenso meteórico porque era capaz de manejar el Excel a mucha más velocidad que Dani Rebollo, considerado en mi empresa como el Einstein del cálculo… En fin, que todo iba de perlas hasta que empecé a hacer cosas que yo no quería hacer y llegué a la conclusión de que me manejaban desde fuera. Eso ya empezó a joderme porque tomaba decisiones extrañas como hablar con personas a las que no conocía para proponer negocios que ignoraba. Llegué a ponerme en peligro en medio de una conspiración política para apoyar a partidos ultras y hasta escribía en Instagram impresiones muy favorables sobre las últimas canciones de Justin Bieber o de C. Tangana que, obviamente, desconocía. Es decir que empecé a servir a diferentes intereses que no eran los míos. Fue cuando sucedió el episodio de las nubes y de los ovnis que aún no he sido capaz de descifrar. El caso es que me decidí y acudí a la consulta del doctor Ombligo. Le planteé mi problema, me midió el cerebro con una escuadra y un cartabón, me extirpó el chip y salí de la consulta muy confusa, incapaz de saber quien era”. Te recordaba como en una nube, un nimbo o un cúmulo, amor mío, pero no sabía cómo encontrarte hasta que esta mañana…”.

Cuando volvimos a casa y me recortaba la barba junto a la ventana del cuarto de baño, una nube de vencejos me regalaba sus trinos. Chon abrió una notaría porque en su empresa descubrieron que ya no le cuadraban las cuentas. Rebollo volvió a ser el rey el Excel.

Lago