La dopamina de un jeta

Por Rosi

26.01.2022

Soy un jeta, lo reconozco, pero cuando supero los límites de lo socialmente aceptable, recibo un chute de dopamina que activa mi cerebro frontal y nada más alimentarlo ya estoy procesando la siguiente movida mientras dibujo en mis labios una dulce sonrisa. 

Con el tiempo y unas cañas, en medio de la pandemia he aprendido también a medir un poco más las consecuencias de mis pilladas, a ver si la subida hormonal de la satisfacción me va a resultar contraria a mis intereses que forman ya una corteza adictiva, integrada en el proceso global de mis adorables pasotes.

Habíamos  organizado una comida de Navidad. Quedamos en hacernos los antígenos y di positivo. No dije nada a la familia, no iba a perderme los langostinos a la plancha ni las miraditas indiscretas a la mujer de mi primo que está más apetecible que cinco mil likes en Instagram. Total, todo el mundo se está contagiando y creo que cuatro o cinco casos más pasan prácticamente desapercibidos. Celebramos la comida, al final hubo unos cuántos contagios más de los previsibles, cosas que pasan. 

Hace unos días encontré en un cajón mi test de antígenos positivo, fui al centro de salud y me colé donde el médico de urgencias, le dije que me encontraba muy mal y le pedí que me diera la baja durante un mes y medio, si fuera posible. El muy jeta me salió diciendo que mi test estaba súper caducado, que estaba hasta sucio y que además yo me encontraba perfectamente, haciendo caso omiso a unas tosecillas mías, secas y recurrentes. Y que no me iba a dar la baja. Me enfadé, le dije en tono elevado que era un irresponsable porque si acudía al trabajo podía contagiar a compañeros con familia e hijos y que entonces él sería el único responsable. Pero se trataba de un tipo duro, dijo que estaba hasta los huevos de personajes como yo: “Ahí tiene usted la puerta, cuídese y siga guardando entre sus recuerdos su test de antígenos’. ¡Vaya médico!, así están las cosas...

Nada más salir del ambulatorio llamé al trabajo y le dije a mi jefe que me encontraba mal “como con un catarro raro”. Mi jefe ya me conoce y yo a él. Como he dicho que mido las consciencias de mis actos, añadí que se lo decía para su conocimiento pero que mi intención era ir a trabajar, realizándome previamente un test de antígenos para no contagiar a nadie de la ofi, test que no pensaba hacerme, obviamente. Encima quedaba bien. 

No fui a trabajar, dije que me dolía mucho la cabeza, me apunté a jugar al pádel con la peña aunque a mi novia le había dicho que me iba al yoga, llamé al yoga por si llamaba mi novia para que le dijeran que estaba en la sala Namasté practicando unas asanas, luego nos fuimos a tomar unas cañas y nos descojonamos porque teníamos la dopamina disparada: ¡será un efecto de la vacuna!, que obviamente no nos hemos inoculado.

Rosi