La limpiadora de la sala de ciclo

Por Kimi

10.02.2024

Soy limpiadora en un gimnasio. Todas las tardes, a eso de las seis, entro en la sala de ciclo. Mientras paso la bayeta húmeda por las bicicletas, suelen coincidir algunas personas, probablemente vigoréxicos o tipos sin otra vida, que se preparan para la clase de las siete y media. Los ciclistas estáticos tienen sus manías y una de ellas es ocupar siempre la misma bici. Entrando por la puerta a la derecha, la segunda siempre está ocupada por una chica morena muy simpática: habla con todo el mundo, aunque yo escucho y procuro mantenerme al margen. Ayer llegó un chico mayor o un hombre joven, no sabría bien cómo definirlo, creo que los que hacen deporte a menudo y se cuidan en su vida diaria evolucionan de manera diferente al resto de las personas, el caso es que se sentó en la bici de al lado de ella y comenzaron a hablar mientras pedaleaban. Él empezó con un buen ritmo sin levantar el culo del sillín mientras que la morena simpática movía más resistencia y parecía que estaba subiendo al Teide. Hace tiempo que no te veía por aquí, dijo él. No, he tenido algunas cosas esta semana y no me encontraba muy bien. Y entonces va él y le suelta sin venir a cuento: “Nada te turbe, nada te espante”. Yo acababa de abrir el triángulo amarillo donde puede leerse: “Precaución, el suelo está mojado” cuando ella dio un salto que aumentó en varios vatios sus revoluciones por minuto: joder, precisamente es una de mis pantallas del móvil, me la mandó una amiga y la verdad es que me tranquiliza bastante, mira: Nada te turbe, nada te espante. Yo no dije nada, pero pensé en el turbo de la bici mientras él aumentaba la velocidad y le devolvía otra frase de no se qué sitio: “En lo que estás, es lo que pasa”. El mindfulness, respondió ella y yo ya no daba crédito a que dos deportistas pudieran hablar de filosofía barata mientras empezaban a sudar y yo acababa de pasar la fregona. Si pedaleas a muerte y no avanzas es que tu cuerpo se refrigera y suda, pero eso no quedó ahí y los dos ciclistas se enzarzaron en varias consideraciones sobre diferentes sistemas para centrar la atención y redireccionar los pensamientos, para conseguir cierta seguridad emocional sin caer en la apatía o el aburrimiento, él le contó que una época de su vida se debatió entre la conciencia y la inocencia, porque tú eres muy emocional y eso tiene un peligro: sientes con más intensidad la belleza, vives con libertad el hedonismo, pero también sufres más cuando algo te afecta y, por eso, hay que encontrar la forma de poder disfrutar al máximo sin sufrir al máximo. 

Sentí cariño y ternura por los ciclistas. Cuando acabé de limpiar la sala de ciclo, miré las bicicletas y estaban relucientes como nunca las había visto antes. Esa tarde aprendí a afrontar nuevos desafíos sin moverme del sitio, fijarme en cada detalle. Recordé una frase que decía mi padre: “Las cosas bien hechas, agradan a Dios”.

Luego él dijo que se iba a hacer brazos, ya te diría yo como hacer brazos, guapo, cada tarde en esta cueva de bicis sin caer en la apatía ni instalarme en mi inocente zona de confort. 

Kimi