Un cuento

Por Teresa

22.12.2021

Érase una vez un niño que tenía la cabeza vacía. Sabía que así era y aunque no le molestaba demasiado, no paraba de preguntar a todo el mundo si le podían ayudar a solucionar que su cabeza estuviera sin nada. Pero nunca le hacían caso.

- Lo que tu tienes, es la cabeza llena de pájaros…

- Si, si, hueca de ideas…

- Cada vez eres más tonto, eso si que no tiene cura…

- Cabeza hueca..cabeza hueca…

El sabía que no era cierto todo lo que decían con sus bocas llenas de vino y tontería. Su cabeza era diferente, pero tenía sus propias virtudes.

Cuando soplaba el viento, notaba como movía su pelo y poco a poco hacía bailar su cabeza hueca, la movía de un lado a otro, convirtiendo su cuerpo en el sostén de una rueda suave de vaivén. Sus ojos se llenaban de chiribitas que intentaba coger como si fueran luciérnagas y al notarlas le hacían reír a carcajadas.

Su cabeza, también le protegía del miedo, de la tristeza y de la soledad.

En el hueco de su cabeza, guardaba los besos de su madre, el recuerdo de su padre y el amor de su abuela cuando todas las tardes le preparaba la merienda.

Un día nuestro niño, dando un paseo por el río, encontró un libro. El sabía las letras y empezó a juntarlas y a guárdalas en su cabeza.

Aprendió como una rosa era amiga de un niño, como había planetas que tenían nombres y que dando vueltas formaban el cielo.

También aprendió de la tierra, porque ese libro le llevó a leer otros, y aprendió el nombre de algunos animales, diferentes plantas, arboles grandes y hierbas pequeñas.

Recorrió países y aprendió como se llamaba su ciudad, su río y como se mueve para llegar hasta el mar. Aprendió de tierras de hielo y de lugares desiertos, de volcanes y de junglas, de gente de diferentes tonos de piel. De igualdad y desigualdad.

Y cuanto mas leía, más hueco tenía en la cabeza, siempre había espacio para seguir aprendiendo. Y como era muy feliz, quiso compartir lo que sabía y empezó a contar historias a los niños.

Los mayores le miraban con recelo, el niño era el mismo pero había cambiado: ahora sentían que se había hecho más grande, que miraba con unos ojos llenos y que su caminar le llevaba a grandes historias que compartió con ellos, haciéndoles también más felices.

Y colorín colorado, este niño sigue teniendo espacio para seguir leyendo, aprendiendo y amando.

Como todos los niños.

Teresa 2021