Los replicantes de Skoltec

Por Kimi

01.02.2022

Morse presionó ligeramente dos dedos de su mano izquierda sobre sus labios. Era el gesto habitual del subinspector cuando llegaba al fondo de una compleja cuestión. Ahora estaba completamente seguro, puso las fotografías en una carpeta y se dirigió al despacho del comisario: “Lo tengo. Al menos hay tres similares”. 

El nocturno número 1 de Chopin, interpretado por Maurizio Pollini, sirvió como fundido musical para trasladarnos a la Cámara Dorada, la antigua sala de recepción oficial de la zarina rusa, bajo los frescos del emperador romano Constantino y su madre Elena, elegida por Vladimir Putin entre las 700 estancias del Palacio del Kremlin para tratar los asuntos más delicados de la inteligencia nacional. Unos minutos antes había llegado Aleksandr Bórtnikov, máximo responsable del Comité para la Seguridad del Estado (FSB) encargado de la contrainteligencia, la seguridad interna y el espionaje, organización sucesora de la KGB de la época soviética. Contemplaba el cuadro de la conversión y el bautismo de Santa Olga cuando hizo su entrada Vladímir con rostro contrariado: “Informe”, dijo secamente. “Parece, bueno estamos seguros de que un policía del Valle del Támesis, antiguo estudiante de Oxford, ha descubierto parte del proyecto DSM”. “¡Govnó! (¡mierda!) ¿Y cómo ha podido descubrirlo ese puto inglés?”, preguntó Putin.

La misma pregunta le hizo al detective Morse el comisario Fred Thursday. “He comprobado fotos y me he centrado en el flequillo de Daniil y en el tercer diente incisivo inferior. Luego he examinado las imágenes del momento en que Daniil acude al baño entre sets y ya estoy seguro de que no es el mismo Medvédev que entra y el Medvédev que sale del vestuario: señor comisario, son dos Medvéded diferentes, probablemente se trate de uno o varios robots”.

“Interesante”, observó el comisario, ¡Suka, Skoltec!, exclamó Putin, algo así como “¡perra, marrana!”, escarnio dirigido en este caso al Instituto de Ciencia de Skólkovo, también conocido como Skoltec, centro tecnológico puntero donde fue ideado, proyectado y construido el replicante de Daniil Sergueveyevich Medvédev, hijo del ingeniero informático Sergey y de Olga Medvedeva, declarado no apto para el servicio militar de las Fuerzas Armadas rusas por parto prematuro de ocho meses, graduado en física y matemáticas e intérprete de guitarra y clavicémbalo, clonado posteriomente en Skólkovo a partir de una célula adulta resultante de óvulos anucleados y cadena genética de los cien mejores tenistas de la historia, entre ellos el español Francisco Franco.

“Mucha promesa de robot infalible, mucho sólido muro ruso, mucho ingeniero genetico, luego pierde con ese tal Nadal y ahora esto: ¿Cómo lo solucionamos, Blyád Skoltec?” (puta Skoltec), preguntó Putin a Bórtnikov. “Tengo la solución: primero mandamos un mensajito a ese Morse, luego les dejamos sin gas y en tercer lugar organizamos una guerra en alguna parte, algo que les haga olvidarse del asunto de los robots DSM…”. 

Pues, adelante.

Kimi