LA CASA DE CITAS

Por Philippe Blanc

21.09.2022

“Soy Lorena. Soy una auténtica modelo y exuberante escort, entregada y divertida, que te hará disfrutar ofreciéndote experiencias únicas, llenas de placer y lujuria. Disfruto del sexo más intenso, dejando a mis amantes completamente derrotados. No lo dudes y ven a verme.”

¡Exuberante! Esta palabra le había llamado la atención. Devorado por el deseo y la curiosidad, Miguel aparcó delante del chalet  y llamó a la puerta.

–Buenas tardes cariño. –Dijo la Madame en la entrada.

–Hola, es para Lorena, la del anuncio –Respondió Miguel–. Llamé hace una hora.

–No te preocupes. –Respondió la Madame–. Ahora la llamo.

Lorena apareció poco después. Una belleza impresionante, como en las fotos del anuncio, exactamente como Miguel se lo esperaba. Su vestido negro estrecho y con un escolte provocador resaltaba las curvas de Lorena. Miguel la siguió por la estrecha escalera que subía a la primera planta y se fijaba con morbo en el culo de la chica, que por culpa de sus tacones exageradamente altos, oscilaba de un lado al otro al ritmo de los peldaños. 

Después de la ducha, Lorena le invitó a entrar en la habitación, encendió una vela y puso algo de música clásica. Se quitaron la ropa y se acostaron. Miguel miraba como Lorena manoseaba su miembro. Sentía el deseo subiendo en él. Siguió una felación. Viendo que Miguel estaba a punto de caramelo, Lorena se sentó encima de él, introdujo su miembro en su sexo con mano experta y empezó  a deslizarse sobre su cuerpo en un baile sensitivo y erótico. Miguel estaba en el paraíso y se dejaba llevar.

De repente y sin razón aparente, el volumen de la música subió a un nivel de decibelios desmesurado, poniendo en estado de shock a la pareja y paralizándoles en su apareamiento. Los altavoces estaban a tope, haciendo temblar toda la casa, la distorsión de la música era escandalosa. Era desagradable.

–¿Qué pasa con este aparato de música? –Exclamó Lorena– No lo entiendo. ¡Es un misterio! Nunca había  ocurrido esto.

Se había levantado de la cama de un golpe para bajar el sonido. La magia del encuentro se había evaporado y Miguel había perdido su erección inmediatamente. Por un lado era lamentable, pero por otro, la situación le parecía muy cómica.

Miguel que tiene bastante humor dijo entonces:

–Tal vez es la culpa de un fantasma.

–¡Calla! No sabes todo lo que pasa en esta casa. –Respondió Lorena.

–¿Qué quieres decir, Lorena? ¿Qué se oyen golpes en las paredes por la noche? –Bromeó Miguel.

–¿Cómo lo sabes? –Preguntó la chica– ¿Viniste a esta casa antes? Pensaba que era tu primera vez, es lo que me dijiste.

Miguel no creía en los fantasmas, pero le siguió el juego a Lorena.

–¿Así que hay espíritus en esta casa? No me lo digas. Es una casa embrujada. Me da miedo. –Dijo él. 

–No te preocupes, –Respondió ella– los espíritus están aquí, manifiestan su presencia, pero no tienen nada contra nosotros, no son malos. No te preocupes.

Había un ambiente extraño en la habitación. Lorena dijo:

–Ya ha pasado, olvídate. Si quieres, volvemos a empezar desde cero.

Finalmente Miguel salió muy satisfecho de la casa de citas.

Dos semanas más tarde, Miguel seguía fantaseando con su extraño encuentro con Lorena. Era sexy, muy sexy. Así que decidió volver a la casa. Y ¿quién sabe? Tal vez volvería a encontrarse con los espíritus. Todo fue bien y sin sorpresa. Y hubo un tercer encuentro, igual de bien.

Para Miguel, Lorena tenía un encanto especial, le hacía reír. La semana siguiente, decidió presentarse al chalet por la cuarta vez, pero sin avisar.  Como siempre, la Madame le abrió la puerta y dijo:

–Hola cariño, bienvenido. ¿Qué quieres? ¿Alguien en especial?

–¿Está Lorena? –Preguntó Miguel.

–¿Lorena? –Respondió la Madame– Aquí no hay ninguna Lorena.

–¡Pero cómo! –Se sorprendió Miguel– ¡Si he estado con ella la semana pasada! ¿Le ha pasado algo?

–No cariño, –Respondió la Madame, riéndose– Aquí no hay ninguna Lorena y no ha habido nunca ninguna Lorena. Te equivocarás de nombre. O habrás visto un fantasma. Esa Lorena, nada más que existirá en tus sueños.

Philippe Blanc