El día en que Donald Trump se comió a mi perrita

Por Kimi

11.09.2024

Nunca podré olvidar a mi Toto. Me lo regaló mi madrina Lourdes en las últimas navidades. Lo trajo en avión en una bolsita, no podía creer que allí hubiera viajado una perrita tan preciosa. Aún recuerdo cuando sacó sus orejitas y luego vi sus ojitos y su morrito. Luego nos regaló un ladrido de bienvenida, la sacamos con mimo y allí llegó mi primer abrazo. Voy a llamarla Toto, anuncié a la familia. Toto correteaba por la casa y ladraba a todos los visitantes, cada vez que recibíamos un paquete se ponía como loca. Yo le decía, “Toto para ya que es otro regalito para ti”, pero ella seguía ladrando y dando saltitos. 

Se me ha olvidado decir que Toto era un yorkie de pelo marrón, negro y gris, que no llegaba a los tres kilos. Aunque era mía, toda la familia se ocupaba de ella, la sacaban a pasear mis padres y mis dos hermanos, mi madre solía pasar la fregona para limpiar sus pises porque no había forma de que aprendiera a hacerlo fuera de casa.

Siempre voy a recordar como uno de los más tristes atardeceres de aquel otoño. Apareció una limusina negra muy elegante, avanzando lentamente sobre el asfalto de mi calle. Se detuvo frente a nuestra casa y Toto salió a recibir a tan lujosa visita, ladrando igual que hacía a los que nos traían los paquetes. 

No lo podía creer, primero apareció un zapato negro muy bien lustrado, luego unos pantalones con raya, una camisa azul, corbata roja y chaqueta azul marino. Trump se abalanzó sobre Toto y se la comió, aunque parezca una locura.

O una mentira.

Kimi