El canturreo de doña Eugenia

Por kimi

11.04.2023

A Doña Eugenia le gustaba canturrear una cancioncilla, siempre la misma, pero como desconocía la letra tarareaba con un tiki-tiki-ta-ta que a su esposo Jacinto le había importunado primero para llevarle luego a una situación extremadamente fastidiosa que superaba ya los límites de su tolerancia. El marido de Eugenia se había jubilado hacía seis meses, en la oficina de tributos donde era el mandamás y nadie osaba hacer un ruido más alto que otro porque conocían la aversión de don Jacinto por cualquier tipo de sonidos y, en particular, los repetitivos, penetrantes y agudos. Muchas veces su mujer le había dicho que tenía oído de tísico porque llegaba a escuchar las conversaciones más alejadas, incluso cuando susurraba al teléfono con su amiga Emilia que se había divorciado a los sesenta y tres años y le contaba que se había echado un novio mucho más joven que ella y que había sucedido algo maravilloso: le había vuelto la humedad que se le fue con la menopausia. Eugenia quería más datos, pero hablaba muy bajito para que no se enterase su esposo con el que llevaba de casada 52 años, que se dice pronto. Cuando colgó el teléfono, Jacinto le preguntó con guasa cuántos polvos al día se echaba Emilia con su gigoló y Eugenia le respondió, hijo qué oído de tísico tienes y siguió canturreando tiki-tiki-ta-ta mientras doblaba unas sábanas, anda Jacin ayúdame a doblar esta bajera que no puedo con ella yo sola, y estás todo el día liado con el Tiktok de los cojones. Jacinto procuraba mantenerse siempre al tanto en el asunto de la informática. Su hija, Uge, le había instalado Instagram, pero él prefería el Tiktok porque le aparecían en el móvil las cosas que a él le gustaba mirar y cuantas más jovencitas sugerentes contemplaba él, más le aparecían. Su esposa le decía que eso que veía era pornografía y él le contestaba que pornógrafa era su amiga Emilia y que a ver si ella iba a seguir los cantos de sirena de la humedad y la virginidad de la Emilia con más de sesenta, ya se dará alguna crema de esas como vaselinas que hay en las farmacias para lubricar el higo. ¡Ay, Jacinto!, ¡el higo!, pero… ¡qué mal hablado te has vuelto desde que no sales del Tiktok!, a ver déjame, qué ves ahora… Mira, esta qué nalgas tan relucientes y qué forma de moverse… Quita, quita que esas van a por tu dinero… ¡Pues no sé yo como me lo van a sacar si ni siquiera me conocen!, ¿vamos a ir esta tarde al parque?, parece que se ha quedado un día bastante plácido, si exceptuamos tu pertinaz soniquete ese del Tiki-tiki… ¡Ya sabía yo que no te lo ibas a callar, Jacinto, tú sí que eres pertinaz como la sequía! Eso, díselo a la Emilia… ¡oye, podíamos proponerle hacer un trío con la fuente de su juventud! Jacin, Jacin, ni se te ocurra decirle nada a la pobre que está tan contenta, tiki-tiki-tata… Me vas a matar, te has creído lo de la Emilia y me vas a matar, Eugenia.

Kimi