Sinfonía del espejo

Por Kimi

12.07.2021

Cada vez que mi hija me llama al móvil se activa un mecanismo en mi mente que me predispone a dar solución a todos los problemas posibles por muy raros que parezcan. Esta vez no fue tan sencillo. Me dijo que un amigo suyo había dado positivo en Covid pero que era su hermano quien sufría los síntomas. ¿Y el hermano que tiene los síntomas ha dado negativo? Si, se ha hecho las pruebas varias veces y nada…, y he pensado que como tu eres amigo del doctor Ombligo puedes hablar con él, a ver qué te dice. 

Fui a ver al doctor Ombligo y le expuse el tema. Se rascó un poco la barba a la altura de la oreja derecha y me dijo que se trataba de un caso raro de sinestesia de toque espejo. Al ver mi cara empezó a hablarme de los contagiosos bostezos y me relató el caso de una mujer que al irritarse sentía la necesidad de enfadar a su novio. El novio había realizado todo tipo de ejercicios basados en el Budismo Zen, esta vez no me voy a enfadar, pase lo que pase, se proponía. Pero el arte y la constancia de su novia eran tan intensos que terminaba por irritarse, gritar y todo eso, momento en que su novia, en un curioso caso de trasvase de irritación, se olvidaba totalmente del asunto. Que extraño, dije, pero ¿eso del toque espejo? Te lo voy explicando: ya se había documentado como sinestesia, la cualidad de personas que veían colores cuando escuchaban tonos musicales. De hecho ese fue el proceso creativo de Kandinski que pintaba cuadros únicos en los que expresaba sinfonías, pero ya en este siglo 21 se descubrió la existencia de personas que experimentan sensaciones táctiles cuando observan que alguien toca a otras personas: nadie les toca a ellos pero al ver que tocan a otros, por ejemplo, en un brazo sienten la presión en su propio brazo. Se trata de personas que sienten lo que experimentan los otros en sus propios cuerpos y, lo más sorprendente es que piensan que eso es normal. En menor medida es la base del sistema de aprendizaje en los más pequeños y tambièn en algunos tenistas que tienen enfrente a alguien con mejor técnica que ellos.

Atendía con sumo interés las explicaciones para mi inéditas de mi amigo, el doctor Ombligo, tanto que casi sentía que alguien me estaba limpiando el espejo de mis neuronas extendiendo sobre ellas Cristasol con un paño de microfibras. Existe, añadió, otro caso muy curioso: sucede en la isla de La Gomera donde los maridos de las mujeres que dan a luz sienten las contracciones y llegan a parir psicológicamente. Son los llamados “zorroclocos” porque en el momento del parto gritan: “¡Zorrocloco estoy!”.

Se trata en todos los casos, concluyó, de personas muy sensibles, con un grado superlativo de empatía. En este que me comentas existe una anomalía pues una persona padece los síntomas de la enfermedad de otra a la que libera del padecimiento mientras que las pruebas científicas determinan que quien está enfermo es quien está liberado de cualquier sintomatología. Lo apuntaré en mi cuaderno amarillo que yo llamo “El rizado del rizo”. ¿Y qué le digo a mi amigo? Nada, nada, lo mejor es decirle que eso es algo normal, que se vaya unos días de vacaciones lejos del hermano espejo, que se beba un par de horchatas y pronto estará como una rosa. Seguro que su hermano dará negativo. Esos hermanos están o han estado muy unidos, sin duda.

El bostezo, el enfado, Kandinski, la sinestesia, la empatía, el toque espejo y el zorrocloco. Este mundo es maravilloso y muchas veces no lo apreciamos.

Kimi