La urgencia de la micción

Por Kimi

02.06.2022

“No estoy llegando al baño, no estoy llegando al baño”, me repetía cada vez que me acercaba al baño y tenía ya cerca la posibilidad de vaciar la vejiga o al menos desembarazarme de la urgencia. Fue el consejo que me dio mi vecino Eugenio que es experto en casi todo, en tema de quesos, vinos y alimentación vegana. Le había contado mi problema: yo me estoy meando; en ese momento voy en el coche y calculo que aún me falta media hora para llegar al baño. Tengo ganas, pero puedo aguantarme. De pronto, cuando ya estoy llegando a casa, cuando estoy cerca, las ganas de mear se intensifican hasta el punto de perder algunas gotas, y yo me pregunto, Eugenio, ¿por qué mi pis sabe que ya estoy llegando al baño e incrementa la urgencia como si se tratara de un ente autónomo?

Seguí el consejo de mi sabio vecino, pero no servía de nada por lo que decidí acudir a mi amigo, el doctor Ombligo. Le expliqué el problema que se agravaba al llegar a mi casa porque, además, mi mujer me había dicho que debía quitarme los zapatos y dejarlos en la entrada cuando lo que yo necesitaba era acudir al baño a toda hostia, bajarme la cremallera y satisfacer al meteprisas que me tortura e intensifica sus caprichos, minutos o segundos antes de poder yo satisfacerlos, no se si me explico, doctor.

Te explicas perfectamente. Lo que a ti te pasa se denomina técnicamente “latchkey incontinence” o incontinencia de llavero, un impulso irrefrenable de orinar momentos antes de introducir la llave en la cerradura de tu casa, lo que demuestra una conexión entre tu vejiga y tu cerebro, incluso en ocasiones entre la propia llave y tu urgencia de evacuar. En un estudio que realizó la Universidad de Columbia sobre el ranking de situaciones que nos producen ganas de mear con urgencia, la primera fue al levantarnos por la mañana y la segunda era precisamente al estar cerca del cuarto de baño; la tercera, cuando realmente tienes llena la vejiga y la cuarta, al abrir la puerta de casa. El mecanismo de la micción es tremendamente complejo, amigo, ya que implica a las vías urinarias, pero también a la médula y al córtex cerebral, a los sistemas nerviosos simpático y parasimpático. En tu caso, antes de tener un problema con tu esposa por un tema tan científico y peculiar, yo trataría de divorciar el ascensor o la llave de tu casa de tu vejiga, aunque parece que resulta más difícil desasociar un estímulo que condicionarlo. 

Pero la solución es otra, me dijo el doctor Ombligo, y tiene que ver con una vieja historia que me contaron en la Facultad referida en este caso a la eyaculación precoz. Un aquejado le preguntó por la solución al médico de cabecera quien le remitió al urólogo. Cuando volvió a la consulta, el médico le preguntó por el tema y le dijo: ya lo he resuelto, he ido al psicólogo como usted me recomendó y… ¡Yo no le dije al psicólogo, le dije al urólogo!, pero… cual es la solución. Pues no me he curado, pero ahora me da lo mismo.

Cuando volví a casa, abrí la puerta con la llave, me quité los zapatos y le dije a mi vejiga: “¡ya estoy en casa!”, por si no se había dado cuenta.

Kimi