El búho que quiso ir al palco del Bernabéu

Por Nadie Sindón

29.05.2022

Me había muerto de una sobredosis de realidad tras ver la final de la Champions y leer el libro “Florentino Pérez, el poder del palco”, de Fonsi Loaiza que a estas alturas debe estar también como yo, muerto del mal de saber lo que pasa o encadenado y enmudecido por contarlo. Cuando llamé a las puertas del cielo escuché una locución con variadas posibilidades: si quiere una estancia eterna en el paraíso, pulse uno, si quiere ver un partido del Madrid en el palco junto a Florentino o al menos cerca del magnate, pulse dos; si quiere escuchar “Los Tontos” de C. Tangana y luego borrar su mente, no acordarse o no saber ya nada de nada, pulse tres; si quiere convertirse en búho, pulse cuatro. Espere si prefiere ser atendido.

Tras esperar otra eternidad sin ser atendido, decidí pulsar el dos, una estancia de noventa minutos más el tiempo añadido porque pensé que en ese lugar, en ese palco y en ese tiempo podría conseguir la estancia eterna en el edén y otras muchas ventajas terrenales, siempre que tuviera la habilidad de vender debidamente mi alma por una buena causa.

Luego se puso un operador, un funcionario del cielo a sueldo del susodicho Pérez quien me dijo que lo sentían mucho pero que cientos o quizá miles de personas fallecidas por la misma sobredosis de realidad hacían cola para gozar de una estancia en el palco del Bernabéu y que lo más probable es que cuando me llegara el turno me habría ya encarnado en búho con los ojos bien abiertos, pero también bastante absortos en lo más parecido a la nada del nirvana. Me dijo que suele ser ese animal el elegido cuando te acontece la salida de la vida por una sobredosis de enterarte de lo que pasa, un subidón de cortisol y no saber ya como situarte en un mundo tan raro por no decir tan plagado de intereses, manipulaciones, rapiñas, falsedades, compra y venta de almas, méritos, eméritos y comidas de tarro para que la mayoría siga viviendo y apoyando decididamente lo que se decide en los palcos como si esa fuera su opción personal. Un búho. 

Elegí la primera opción del punto dos y escuché en mi cabeza, una y otra vez a Kiko Veneno y al Pucho: “Tu tas creío, que por ser yo bueno/ Puedes ir pisando por donde friego/ Crees que eres el sitio donde estoy cayendo/ Pero con las mismas que has venío' te puedes ir yendo…”.

Luego dibujé una sonrisa en mis ojos y pegué la lengua en el cielo de mi paladar para ver si era capaz de paliar en lo posible los efectos de una sobredosis de realidad y volver a la vida con ganas de algo, ya sin mascarilla.

Nadie Sindón