Alucinante

Por Kimi

20.10.2020

Empecé a preocuparme cuando me pareció ver por la calle a Jimi Hendrix tocando la guitarra con los dientes en el centro de un local resplandeciente donde también estaban Little Richard y la banda al completo, los Jimi HendrixExperience. En mi cabeza empezó a sonar el Hey Joe “¿Dónde vas con esa pistola en la mano?”. Mal asunto. Se lo dije a mi mujer, no flipes, ese edificio me encanta, respondió minimizando mis alucinaciones. 

Al día siguiente fui al supermercado, bajaba la escalera y volví a subir porque, como siempre, se me había olvidado la puta mascarilla. Cuando estaba en la esquina, una silueta volvió a aparecer ante mi, joder me dije según iba enfocando, pero si es…John Lennon con sus gafas redondas. En mi cerebro empecé a escuchar: “Imagínese un bote en un río/ con mandarinos y cielos de mermelada…Una chica con ojos de caleidoscopio/ Flores de celofán de amarillo y verde… Lucy en el cielo con diamantes…”. Joder, me encantaba esa canción. 

Pensé que se trataba de alucinaciones, el bucle de un tripi de mi feliz juventud que entró en fase de otoño con la retirada de Pink Floyd y acudí a la consulta del doctor Ombligo. Me dijo, quítate las gafas que voy a hacerte un estudio a través del iris, lo que me faltaba: luces directas entrando por mis ojos. Veo cierto desorden en tu masa neuronal pero no tanto para que sufras ese tipo de alucinaciones, ¿Jimi Hendrix, dices? Si, Jimi Hendrix y John Lennon, dos geniales fantasmas…Nada, nada, no te preocupes, obsérvate y ya me contarás, pide otra cita a Martita.

En los próximos días la situación se agravó. Ya no veía a músicos de rock sino obras de arte, en especial de Botero, mujeres y hombres gordos, “trozos de carne asquerosos” como definió Margaret Thatcher los cuadros de Franscis Bacon, obras asquerosas que luego se vendieron por más de 140 millones de dólares, en fin, anécdotas que recordaba en el marco de mis visiones que iba admitiendo como algo inevitable… Hasta que se me presentó Santi Abascal y dije “basta”.

Me hablaron de un sanador paraguayo que casualmente vivía en frente de mi casa, se llamaba Olegario Remedios y me presenté sin previo aviso. Nada más entrar me dijo: “Quítate las gafas que con la mascarilla se te empañan y puedes terminar viendo alucinaciones, compadre”. Joder.

Kimi