Intercesiones

Por Carlo Capote

17.10.2021

Hacer algo para conseguir algo. Mi vecino me dijo que mañana no iba a estar en casa porque se iba con su familia a caminar 25 kilómetros, una caminata organizada por La Milagrosa en beneficio de los niños con cáncer. Aquello me recordó a la chamana paraguaya que reunió en su casa de Tenerife a un grupo de amigos para curar a una persona que se encontraba en Alemania. Sobre una mesa grande, encontramos una gran diversidad de piezas de fruta fresca. Cada uno tomó una entre sus manos mientras la directora de ceremonias nos enseñaba cómo debíamos acariciarlas, con la mente puesta en la fotografía de la mujer a la que íbamos a enviar la energía de aquella fruta. Intercedíamos y actuábamos como médiums, una práctica que se viene repitiendo a lo largo de nuestra bendita historia a través de múltiples canalizaciones con base religiosa, espiritual o metafísica.

Hicimos una peregrinación llevando a la Virgen por los caminos en medio de una pertinaz sequía, abrazamos árboles para pedirles lluvia siguiendo el consejo de los Guardianes de la Tierra. Cuando era estudiante me concentré en el Santuario de Sonsoles para pedirle a la Virgen que aprobara Matemáticas, Física y Química, creo que con escasa fortuna pues ni yo mismo estaba convencido de que su influencia fuera capaz de sortear mi pésima trayectoria en ambas asignaturas. 

Se trata de pedir con mucho recogimiento a la gracia celestial sin ofrecer nada a cambio o de poner algo de nuestra parte para conseguir una ambición superior, siguiendo la llamada “Ley del sacrificio”. Sus seguidores aseguran que no puedes obtener lo que quieres sin renunciar nada a cambio o que para conseguir algo que tiene más valor debes renunciar a algo que consideres de menos valor. Muy listos. Por el contrario, pensadores de la Nueva Era consideran que para conseguir tus objetivos lo primero que hay que hacer es eliminar para siempre la palabra “sacrificio” y reemplazarla por esfuerzo, ni ofrendas, ni tortuosas obligaciones mentales. Piensan que el sacrificio “es lento, pausado, cansador, te agota y te deja con muy poca energía creativa e innovadora”. Sacrificio o esfuerzo parecen ser finalmente propuestas muy similares.

Nuestra historia está llena de sacrificios particulares para obtener beneficios más amplios. Matar a seres humanos y enterrarlos vivos, despeñar o decapitar a niños para aplacar a los dioses parecía algo normal en numerosas culturas antiguas donde se extraían corazones, entrañas con lanzas o se exponían cráneos al sol. Matarifes y maestros de ceremonias eran los encargados de interceder entre los hombres y los dioses. 

Refieren ofrendas en el antiguo testamento, ofrendas de flores, de harina, de aceite, de incienso, ofrendas de sangre, machos quemados en los altares, animales domésticos con pezuña partida (no valen peces, ni animales salvajes) hombres quemados, mujeres o becerros, diezmos, acción de gracias, alabanzas, peticiones o muestras de agradecimiento, los primeros frutos de la tierra, los primeros nacidos de los animales, sacrificios cruentos y banquetes para celebrar alianzas y paz duradera, inmolaciones para llegar sin pecado al reino de los cielos, inmolación política, religiosa, ataques suicidas, inmolación terrorista. Pedir para conseguir quedarse embarazada.

Conocemos ancestrales influencias positivas basadas en la ocupación armónica del espacio, el Feng Shui, la geomancia adivinatoria, causas y efectos, la magia del destino, filtros de amor para atraer amantes, ceremonias para llamar a la diosa fortuna, peticiones para alejar efermedades de seres queridos, talismanes, oraciones preñadas de fe, súplicas desesperadas, encender una vela, hacer un donativo para encender una vela, amuletos para ganar en juegos de azar, estar en el lugar adecuado en el mejor momento, bolas de cristal, piedras semipreciosas como la amatista para atraer la armonía, la suerte como cuestión de actitud, en lo que estás es lo que pasa, el secreto, la ley de la atracción, la suerte depende de cómo narramos lo que nos sucede, hechizos poderosos, lavajes con perejil, apio o limón, atraer el dinero, el amor, la iluminación, la fortaleza, librarse de obstáculos que te impiden avanzar, crear escudos protectores contra la envidia o el mal de ojo. 

Existen sin lugar a dudas las adicciones como reinas de comportamientos, adicción a la mala suerte, al alcohol, a la nicotina: “El hombre bebe vino/ el vino bebe vino/ el vino bebe al hombre”. La sustancia sembrada pide comida, los celos piden comida, la violencia pide comida. El destino escrito en el jardín heredado de las adicciones.

Refieren también la existencia de tribunales mentales populares que consiguen más éxito cuando más personas se reúnen lanzando mala onda contra el elegido, sin duda una mala persona. 

Fui a correr al campo, estaba algo lesionado, pero me propuse llegar a los quince kilómetros que es mi trayecto habitual. Se me ocurrió hacerlo en beneficio de alguien, mi ofrenda me costó en este caso un mes de recuperación, ignoro por supuesto si la inmolación del isquio supuso algún beneficio para la persona hacia la que hice mi ofrenda deportiva. 

El destino es un enigma. Durante siglos, el ser humano ha tratado de encontrar sistemas para atraer la fortuna o alejar el infortunio, hallar y confiar en quien pedir, una fuerza natural, una entidad superior. Hacer algo para conseguir algo.

Sirva este escrito como ofrenda y sea yo, Carlo Capote, beneficiado por ello con años de paz, prosperidad y que el amor tanto tiempo añorado me colme de gracias y de caricias.

Carlo Capote