El anticuerpo

Por Kimi

27.12.2020

Fuimos juntos a ponernos la vacuna. Cuando estaban a punto de pinchar su brazo, pidió tiempo como en el baloncesto y se santiguó a toda velocidad. Ya pueden, dijo. Cuando salimos del ambulatorio, le pregunté cómo estaba, si le dolía el brazo y le dije que me había encantado ver cómo creaba un campo gravitatorio de protección conjurando la posible presencia de efectos secundarios de la Pfizer y me reí a continuación por lo mal que pronuncio Pfizer. Se lo tomó bastante mal, me dijo que al mofarme -dijo “mofarme”- de su persignación le había quitado fuerza y que ahora si le pasaba algo malo la culpa sería mía. No de Pfizer, sino mía. Se puso mohína y creó un campo gravitatorio de repulsión que quise en vano conjurar intentando darle un beso: No, no me beses ahora si lo que de verdad pretendes es que me salgan sarpullidos y termine con un shock anafiláctico, eso es lo que quieres ¿no?, que me de algo y tu echarte tus risitas como esta mañana que te he estado esperando una hora con el frío que hace, una hora. ¡Pero si quedamos a las doce! No, quedamos a las once y es la última vez que te espero, mira ahora me está doliendo un poco el brazo. Por mi culpa, dije. Si, por tu culpa, me duele el brazo y ¡no! ¡no me lo toques! Que es por tu culpa. Yo…pero si yo… Tu pero si tu…, joder, siempre te estás disculpando como si contigo no fuera la cosa… ¿A ti te duele el brazo? A mi no y eso que no me he… santiguado, bueno creo que soy un anticuerpo como el anticristo pero al revés, ya me entiendes, el Anticuerpo. Tu lo que eres es gilipollas.

Kimi