TRADICIÓN Y VOCACIÓN

Por Kimi

07.10.2021

Yo habría sido un buen farmacéutico. Sé que era mi verdadera vocación porque siempre me ha gustado el olor de las farmacias. Me encantan las pastillas en todos sus formatos, aconsejo a mis amigos, pero en mi familia existe una ancestral tradición heladera. Mi tatarabuelo, Elías Castro Reboso, estaba tan enamorado del hielo como yo de los principios activos de la alquimia y la farmacopea. Machacaba los grandes bloques helados, los amasaba y mantenía en secreto una fórmula para darles una textura cremosa que luego mezclaba con sabores naturales de menta, vainilla o chocolate. Pronto montó una flotilla de vendedores de helados que circulaban en carritos por Alicante, su ciudad natal. Mi abuelo ya puso tienda y mi padre abrió heladerías en Murcia, Madrid, Albacete y otras provincias más pequeñas. Estudié farmacia con esfuerzo y vendiendo helados pero murió mi padre y yo, su único hijo, tuve que hacerme cargo del negocio, algo que se daba por descontado en mi extensa familia. Para ser un buen heladero me había propuesto vender cien mil helados pero al estar de pie durante largas jornadas empecé a sufrir dolores en la espalda y muy a menudo en la muñeca de la mano derecha con la que daba forma a las bolas de los helados Reboso. Se me ocurrió mezclar un ibuprofeno en polvo con stracciatella que siempre ha sido uno de mis sabores favoritos. Funcionó bastante bien, cambié el letrero del establecimiento por el de “Farmadería” y empecé a realizar mezclas de analgésicos con turrón, antiácidos con galleta, antialérgicos con menta, antipiréticos con fresa, antidiarreicos con avellana, antitusivos con nata, antiinfecciosos con dulce de leche o antipiréticos con chocolate. Luego pasé a mayores y descubrí el efecto del maracuyá con los corticosteroides y más de la mitad del barrio se curó de la artritis. Se corrieron las voces, la farmacéutica de la esquina se enfadó un poco hasta que le curé su depresión con Amiplín, polvo de Tramadol y helado de tutti frutti. El policía que vino a detenerme se tomó un cucurucho de relajante muscular con cereza y le compró otro a su mujer con café, antiinflamatorio no esteroide y unas gotitas de oxicodona. Volvió encantado al día siguiente a pedirme uno de citrato de sildenafilo (viagra) con helado de pitutos, etcétera.

No daba a basto, en un mes cumplí mis objetivos de vender los cien mil farmahelados, me dieron la medalla al mérito en el Comercio, el título de excelentísimo y a renglón seguido lo celebramos con una paella en Valencia a la que, por supuesto, añadí una mezcla afrodisiaca con cannabis sátiva de floración tardía para uso medicinal. Vaya fiesta.

Kimi