Si no les gustan mis insultos, tengo otros

Como buen cachorro de la derecha más pija y atildada, Pablo Casado es un convencido antisbortista. O lo era hasta que alguien en Génova dijo ‘¡Es que el aborto no nos da absolutamente nada!', una frase recogida en un reportaje del diario El Mundo que se refiere a la última y más reciente transformación ‘ideológica’ de Casado. Le han convencido que debe moderarse y no dedicar más de veinte insultos a Pedro Sánchez en un minuto. 

Ahora toca vestirle de centro moderado, mañana tal vez de hipster o de hippie, o motero llegado el caso. Si no le gustan mis principios al pueblo llano los cambio por otros, según convenga.

Es divertido el grouchomarxismo para la comedia pero la política debería convertirse en un escenario algo más serio, un poco al menos coherente y fiable, porque los bandazos restan mucha credibilidad a sus protagonistas y les convierten en marionetas que se adaptan a las ideas que venden en cada momento, un interés meramente interesado en ofrecer lo que se supone demanda la mayoría en cada momento, según tendencias. 

Casado, un convencido antiabortista de toda la vida, renuncia a sus principios porque en su partido han llegado a la conclusión de que el aborto no les da absolutamente nada y los insultos tampoco. Huele un poco a podrido esa estrategia tan utilitarista que usa el aborto en función de sus resultados electorales y decide volver al sastre para cambiar el traje de su líder, una metáfora que explica la volatilidad de estos traficantes de ideas a gusto del consumidor: ¿de verdad les interesa su ideología o sus principios o el postureo de cada minuto?

Algunos se han perdido ya y otros asisten absortos a este juego de niños buenos y malos, agresivos o moderados que se aleja de un pensamiento coherente, contenido en una propuesta concreta que reúna el ideario de una formación política para que los ciudadanos confíen en ellos en caso de coincidir con sus intereses o su ideología: ¡aquellos programas electorales!

La derecha está transformando ese ideario en ocurrencias sobre la marcha espoleados por urgencias de marketing o por las eyaculaciones de Vox cargadas de testosterona política que levantan los ánimos del nacionalismo populista en nuestro ruedo ibérico.

Si el aborto no nos da nada pariremos otra idea a ver si con esta volvemos al Gobierno y etonces, eso sí, haremos lo que nos plazca.

elObservadorDCLM