El surrealismo de los supermercados

Hoy vais a perdonarme, algunos necesitamos escupir el veneno que nos inyectan para no morir en el ataque. Esto siempre es valorable, pero sobre todo cuando se vive un confinamiento de 21 días, intentando no salir a comprar al supermercado; algo que te obliga a aprender a programar el máximo de tiempo posible, para no exponerte al riesgo de contraer el covid-19 en el intento de conseguir suministros. 

La edad, la hipertensión y el tabaco no ayudan nada, así que cuando una tiene claras sus limitaciones, programa con detalle las salidas a la calle y las compras a realizar. 

Han sido 24 horas las que he necesitado para mentalizarme de que tengo que ponerme la mascarilla, hacer la lista de la compra para comprar lo más rápido posible, comprobar que en la tarjeta de crédito hay suficiente remanente, pasar por la lejía la única mascarilla disponible, colocar en el bolsillo el hidrogel (porque ya se terminaron los guantes desechables) y comenzar con el protocolo "de guerra". 

Tengo claro que antes de salir he de aplicar las medidas sanitarias que corresponden a mi estatus físico, debo limpiar mis manos con hidrogel, ponerme el abrigo viejo (para después lavarlo) abrochado hasta arriba para que no me "asome" mi ropa; coger las llaves, el monedero y las gafas, desinfectados con alcohol y calarme las botas cuyas suelas están desinfectadas con lejía. Meto la lista de la compra en el monedero e inicio la ruta hasta el supermercado del barrio. 

Comprobé los horarios de los establecimientos, y tras el requerimiento del Gobierno regional parece que los supermercados han asumido que  es mejor "mantener los horarios de apertura habituales", así que no tendré que desplazarme en coche. Todo en orden, el cheking (que diría mi padre) es OK. Mi supermercado ha asumido la recomendación regional y no cierra a medio día. No podría imaginar que a partir de ese momento, comenzase a creer en la veracidad de las películas de Buñuel y de los libros de Kafka. Nada de lo planificado era real, a pesar de que había diseñado la salida con todo detalle, comprobé que una cosa es lo que dicen las páginas oficiales de las tiendas y otra muy diferente la que uno se encuentra en realidad. Políticos y economistas ahora están muy ocupados perdiendo el tiempo en comprobar la veracidad de las informaciones, pero los ciudadanos lo vivimos minuto a minuto. 

La página web de mi supermercado nada tenía en común con la realidad que me encontré, a pesar de que la web garantiza el horario ininterrumpido de 9.00 a 21.30, a las 14.20 intentaron echarme del supermercado porque "estaba cerrado". La cajera armada con una mascarilla último modelo, de las transparentes con gorra incorporada, insistía en que tendría que volver por la tarde. 

Conseguí hacer una "medio compra" en la que me dejé casi la mitad del sueldo en tan solo diez minutos. A partir de ese momento y tras avisar en redes sociales de que el horario oficial no coincidía con el real, hubo alguien que me llamó "poco empática" porque los trabajadores "llevaban desde las 7.00 descargando camiones", porque el horario de cierre de las 14.30 implica que antes "deben hacer la caja y limpiar el supermercado" y que "bastante hacían los dependientes con estar ahí en plena crisis del coronavirus". 

Enseguida pensé que ocurriría si médicos, carteros, transportistas, taxistas, conductores de autobús, enfermeras, psicólogos, periodistas, barrenderos, panaderos, estanqueros... dijeran los mismo". Que el periodista no contrastase la noticia, o que el taxista no te dejase en su punto de destino porque "bastante hacen con estar aquí jugándose el tipo".

Yo solo quería avisar a las personas que, como mi vecina Remedios, tienen mucha dificultad en llegar hasta el supermercado, para que no hiciesen viajes en balde, porque yo a mi madre le hubiera recomendado ir a comprar a las 14.30 para evitar colas y gentío, y supongo que se hubiera encontrado con la puerta cerrada o la hubieran echado como hicieron conmigo.  

Mi cabeza no da para entender por qué se reducen los horarios de las tiendas de alimentación, cuando en realidad de lo que se trata es de evitar aglomeraciones, porque el objetivo real de esto parece que es precisamente concentrar a las gentes en unas horas para realizar las compras. 

Si yo fuera presidente del Gobierno, no sé si sugeriría, ordenaría, establecería o exigiría que las tiendas se abrieran incluso los festivos. Total ahora hay mucha gente a la que contratar, muchas familias con necesidad de comprar evitando aglomeraciones y ganas de normalizar una situación que parece sacada de una coctelera en la que se echaron las mejores ideas de Buñuel y Kafka. 

Mañana iré al supermercado de la gasolinera a comprar el tomate natural triturado, porque las prisas no son buenas para comprar. 

P. Moratilla