La carne política en el asador de la frivolidad

La frenética y en ocasiones delirante oposición que llevan realizado en España y en Castilla-La Mancha PP, Vox y, en menor medida Ciudadanos, hurta habitualmente a los propios políticos y a la sociedad de estudios sosegados y rigurosos que, con el apoyo de expertos en cada materia, pueden aportar visiones más completas para adoptar las decisiones más convenientes. Sucede a menudo que la oposición, en su ansia de explotar misiles mediáticos, lanza debates precocinados y los gobiernos caen en la tentación de tratar de paliar los efectos en el electorado en vez de profundizar en ellos, de forma que las decisiones tengan más contenido real y menos miedo al espectáculo constante que nos brinda la derecha.

Ha sucedido por ejemplo durante toda la pandemia y en el tema del consumo de carne. Hace muchos años que numerosos organismos internacionales y expertos en nutrición recomiendan moderación en su ingesta por los humanos y una dieta variada o mediterránea. Y a nadie se le han rasgado hasta ahora las vestiduras. El vegetarianismo radical o el ovolacto lleva más de treinta años en la dieta de miles o millones de personas en todo el mundo, es la habitual en países como India y muy extendida en otros como Israel, Taiwan, Italia, Austria o Alemania.

Con más ruido que nueces, esta derecha nuestra cuenta con un radar inmediato sobre cualquier resquicio ante el que pueda hincar el diente, pone en pie a los ganaderos y a la industria cárnica y parece que ya no hay tiempo para la reflexión y un estudio completo sobre costes de producción o beneficios sociales con la participación de expertos nutricionistas para tratar de ir mejorando tanto al ser humano como al castigado planeta.

Los gobiernos de izquierdas o los gobiernos sensatos deben sacudirse el miedo a esas avalanchas populistas y exponer sosegadamente sus opiniones tras barajar los beneficios y los perjuicios del asunto concreto y no solamente las posibles consecuencias electorales a corto plazo.

Las redes sociales están creando un mundo también frenético plagado de juicios y sentencias y no podemos caer en la tentación de dar la razón a una tendencia sin sopesar antes el trasfondo real del asunto.

Quienes deben tener miedo son los que lanzan los bulos o esos debates incendiarios de medio pelo y no quienes pueden aportar la verdad porque parece que la maquinaria de la mentira es inmediata y desentrañar las verdades es mucho más arduo y complejo. 

Pero si no lo hacemos, esta sociedad puede irse despeñando por un pozo lleno de frivolidades y sinsentidos, debates insulsos y poco rigurosos como escuchar hablar de la situación en Cuba al líder del PP en Castilla-La Mancha, un tema extremadamente complicado de geopolítica internacional que lleva coleando cerca ya de setenta años. Paco Núñez puede opinar lo que le plazca como todo el mundo pero un debate político de este calado es algo muy serio, baste recordar que el caso cubano no han podido resolverlo once presidentes de EEUU, entre ellos Kennedy, Johnson, Nixon, Ford, Carter, Reagan, Bush, Obama o Trump. No parece que pueda aportar soluciones una pincelada oportunista del ex alcalde de Almansa y a otra cosa mariposa, picando como moscas en un pastel, según el picajoso argumentario de cada día. Parece que la cuestión es que nunca pretenden aportar soluciones.

En otras palabras: no hay que tener miedo a los regantes murcianos con el agua, hay que tener miedo a que se nos acabe el agua.

elObservadorDCLM