DCLM.ES · OPINIONES · Fernando Mora
06.09.2015
Un político para el diálogo
Por Fernando Mora
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¿Pedir perdón ? , ¿Para quedarse tranquilos ? Hemos dejado mucha gente asesinada detrás, mucho dolor, aunque poder vivir sin muertos es lo que pongo en primer lugar. Hay un clima social mucho mas distendido. Mirando al futuro, la entrega de las armas es algo simbólico y secundario, ME PARECE MAS INTERESANTE QUE LAS NUEVAS GENERACIONES ENTIERREN ESTA ETAPA NEGRA".
José María Benegas Desde hace años lo que ocurre en el mes de Agosto parece como sino sucediese. Desconectamos de la realidad, obviamos lo que sucede, preferimos centrarnos en el descanso y el asueto, pero sin embargo el mundo no para de moverse. En estos días tórridos fallecía en Madrid, José María Benegas - Txiki -.
Decía Eduardo Madina, diputado socialista por Vizcaya, a propósito del fallecimiento de José María Benegas, y recordando a Joseph Conrad : "Una verdad, una fe, una generación de hombres pasa, se la olvida, ya no cuenta. Excepto para aquellos pocos, tal vez, que creyeron esa verdad, profesaron esa fe o amaron a esos hombres". Y es cierto, que el mejor recuerdo y la mejor huella que deja un amigo es su valía personal, su capacidad de entrega, que encuentra el reconocimiento de cuantos le trataron, le quisieron, compartieron y admiraron por su propia valía y por la huella que ha dejado en sus corazones.
Conocí a Txiki Benegas en el año 1993, cuando después de cinco duros años en el Ministerio del Interior volví a mi trabajo como politólogo en la Ejecutiva Federal del PSOE. Por entonces Benegas, después de diez años al frente de la Secretaria de Organización ( 1984-1994 ), había pasado a ocuparse de la Secretaria de Relaciones Políticas tras el XXXIII Congreso del Partido y tuve la oportunidad de trabajar a sus ordenes.
Txiki, vasco de pura cepa, pero español hasta la médula, había nacido en el exilio de sus padres en aquella Venezuela que en otro tiempo acogiese a tantas familias vascas, tras la Guerra Civil. Aprendió convivencia, tolerancia y querencia por sus ideales socialistas, que no eran precisamente los de su progenitor, comprometido con el nacionalismo vasco, pero del que aprendió a amar a la tierra vasca.
Siempre he sentido admiración por los socialistas vascos, gente de profundos ideales, de grandes convicciones, tal vez, y en parte, heredadas de un Toledano, Facundo Perezagua, quien fundara la primera Agrupación Socialista en Vizcaya, y del que las gentes de allí guardan un grato recuerdo. Eran los tiempos duros del primer socialismo, en una lucha permanente y constante por conquistar derechos para quienes no los tenían. Allí se curtió un hacer y unas maneras que nunca han dejado de estar presentes en esas queridas tierras. El socialismo vasco es un socialismo de médula.
Los obreros de Euskadi, procedentes mayoritariamente de la emigración, se enfrentaron a aquel nacionalismo incipiente, que a finales del siglo XIX, nacía en contraposición al movimiento obrero al que veían como enemigo de una paz y un orden antiguo que inexorablemente los tiempos, que no solo los socialistas, se llevaban por delante. Durante la República las circunstancias hicieron que en la Guerra Civil, unos y otros, coincidieran en defensa el régimen democrático frente a la sublevación militar del 18 de Julio.
El socialismo vasco ha sido siempre parte del alma mater del socialismo español. Durante la transición el llamado Pacto del Betis, entre los jóvenes obreros socialistas vascos y los jóvenes estudiantes andaluces, fraguó un acuerdo para el resurgir del PSOE al que luego se añadirían socialistas madrileños y asturianos. Por entonces, Benegas, era uno de los líderes de las reconstituidas juventudes y apuntaba como uno de los futuros hombre fuertes del socialismo en Euskadi. Y fue también, tal vez por el año 1977, cuando por primera vez oí hablar de el.
Nunca fue Benegas un hombre en el que primase el interés personal sobre el interés de la organización, ni el interés de la organización por encima del interés general, tal vez, por eso, renunciase a ser lendakari aun habiendo ganado las elecciones al Parlamento Vasco en 1984. Entonces puso en valor dos intereses superiores. De una parte la estabilidad y la convivencia en Euskadi, en un momento en que el terrorismo etarra provocaba un gran número de muertos, y prefirió dar su apoyo para que el PNV formase gobierno en coalición con el PSOE. Pero el quedó fuera del mismo por propia decisión. De otra parte era consciente que repetir las elecciones no era bueno ni para el País Vasco, ni para el Partido Socialista.
Txiki, como otros socialistas vasco sufrieron el drama de los años de hierro del terrorismo mas cruel e infame que haya padecido nunca el País Vasco y España. Compañeros asesinados, como el senador Enrique Casas o el parlamentario vasco Fernando Buesa . A ambos entierros asistí, el primero en San Sebastián en un día gris, frío y ciego, donde la nevada hacia interminable el camino hacia la capital Donostiarra, acompañando así a la tragedia. En Vitoria, el de Fernando Buesa, multitudinario y dolorido. El dolor de los socialistas y de la gente de bien hacia reílar las mismas piedras ante la rabia contenida . Pero nuestra respuesta siempre fue la misma: la cordura y el sentido común. Sentí muy de cerca, e interiorice de forma muy profunda el dolor de mis correligionarios vascos. Allí, estaba Txiki, sumido en el inmenso dolor de ver como caían compañeros muy queridos, como lo sentía también cuando las víctima pertenecían a otras a formaciones, eran civiles, fuerzas de seguridad del Estado o militares.
Pero fue mucho el dolor en el corazón de los socialistas vascos. Morían asesinados, abatidos por las balas de la intolerancia, Concejales, militantes de base como en la Casa del Pueblo de Portugalete, el es ministro Ernest Lluch, un hombre de paz, o el campechano Fernando Mugica. Ser socialista en Euskadi, desde siempre, fue difícil, tremendamente difícil. Ser socialista allí fue siempre una heroicidad, y mucho mas serlo en los duros tiempos del terrorismo etarra. Nunca mejor que allí se sentía el verdadero poder de las ideas, que trababan, fraguaban y eran argamasa y fortaleza.
Pero José María Benegas, un hombre sensible pero duro, ejerció el papel que le había tocado. Sus tiempos como Secretario de Organización estuvieron marcados por las luces y algunas sombras, - a las que la historia acabara dando claridad -, pero supo ejercer con rigor su papel como el tercer hombre del Partido. Luego como Secretario de Relaciones Políticas, en 1997, pactaría con el Gobierno del PP algo tan necesario como un nuevo impulso al Estado autonómico y un nuevo desarrollo de los Estatutos de Autonomía. Alejado de la ejecutiva federal desde hacía años, ha muerto con las botas puestas, siendo diputado al Congreso por Vizcaya. No quiso ser Ministro, pero su papel político e histórico fue en la organización socialista mucho más potente que el de esa vanagloria que tanto cautiva a otros. No se es mas grande por llegar mas alto sino por ser mas persona.
Su vocación de Pacto y diálogo, que tanto falta en la política actual, propicio también dos acuerdos importantes contra el terrorismo : El Acuerdo de Madrid y el de Ajuria Enea, que concitaron la adhesión de todos los partidos de España el primero, y de Vascos el segundo. Eso si, trabajo siempre por recuperar el sentido común y la Paz para Euskadi, y vio su fruto cuando ETA anunció que abandonaba definitivamente " la lucha armada" . Su trabajo en pro de una sociedad de convivencia es hoy una realidad y , por ello, pudo morir con la tranquilidad que le permitió su enfermedad. Descanse en paz.
Fernando Mora. Politólogo.
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