La mesa sola

Por fin íbamos a celebrar una Nochebuena en familia. Después de casi dos años de ausencias, nos hacía mucha ilusión preparar una comida, merienda, cena para toda la familia hermanos, primos, novios, novias, y los más pequeños. Uno de los hijos había nacido ya en pandemia y parte de la familia no le conocía. Era su presentación oficial. Montamos una gran mesa, el árbol, las luces, flores, preparamos una carta amplia para carnívoros, veganos, celiacos, comida de fusión para todo tipo de caprichos y paladares. Después de todo era una celebración de la vida y de la familia tras de tantos meses de padecimientos e incertidumbres, pruebas y contagios. Ya nos lo merecíamos. Mi mujer puso todo su empeño que es mucho, sus conocimientos, su entusiasmo, en fin, no hay más que ver la mesa que había preparado.

Llegó la sexta ola, pero nada iba a evitar que esta vez nos reuniéramos en una tarde noche que seguramente resultaría inolvidable, una explosión de júbilo contenido. Durante los días previos empezamos a sentir ciertas intuiciones, algunos signos, pero la fiesta seguía adelante. Habíamos dejado encargada comida por si nos quedábamos cortos… Fue entonces cuando la OMS dijo aquello de “Es mejor cancelar que celebrar y estar de luto después”. Hablé con mi hermano y con mi hermana, conseguimos veinte pruebas de antígenos. El día 21 volvimos a hablar, mi mujer me envió un wasap: “Las cosas están muy mal”. Y tomamos la decisión: anulamos, cada uno en su casa.

Ahí está la mesa, con sus adornos, las copas, los platos y los cubiertos. Con su mantel de cuadros. Esta noche y mañana lo pasaremos cada uno en su casa. Ya hemos desmontado la mesa y hemos llamado para anular los pedidos que hemos podido. Mi mujer y yo cenamos solos en una mesa más pequeña.

Habrá celebración familiar de la Navidad en mayo. Seguramente.

elObservadorDCLM