Crónicas del caminar (VII): Almagro, historia y teatro

Héctor, nuestro inefable compañero colaborador, al referirse a sus calles escribe de ellas unas líneas que son como una magnífica introducción para esta nueva entrega de «Crónicas»:

«Son calles desiertas, calles manchegas, calles retorcidas, calles engalanadas con el señorío de los siglos XVI y XVII. La mirada se pierde por entre las venas de la ciudad (disfrazada aún de pueblo) y, allá donde se para, descubre un elemento arquitectónico llamativo, un portalón precioso, una casona de otra época, una iglesia… y la omnipresente alma de las llamadas artes escénicas. El teatro. Nuestro destino es una exquisita combinación de gastronomía, cultura y arquitectura. Afinen sus sentidos».

«Ciudad manchega que puede presumir de ser la única que conserva en perfectas condiciones el último ejemplo de corral de comedias completo de la época (siglo XVII). Todo el casco histórico es un perfecto ejemplo de cómo conservar, rehabilitar, cuidar y aprovechar la arquitectura legada durante siglos; monumentos, casonas, patios, iglesias, palacios renacentistas y conventos que han sobrevivido a los años y hoy continúan sirviendo a la población de forma funcional de múltiples maneras. Muchas ciudades deberían aprender cómo administrar el patrimonio al igual que la ha hecho esta población»

Y esto es tan así que no sólo corroboro, sino que amplío estas palabras lleno de éxtasis ante esa Plaza Mayor que desde luego y como poco es un prodigio de belleza, buen gusto y conservación. Limpia como una patena, sus soportales son testigos de tiempos y tradiciones pasadas, porque ya desde su misma fundación fue el lugar de encuentro que albergó las múltiples actividades mercantiles que la ciudad desarrolló desde el siglo XVIII: el comercio diario y el mercado semanal. Y a partir de 1732 dos ferias anuales de tres semanas de duración.

·       También tuvo una clarísima función religiosa al estar situada delante de la primitiva parroquia de San Bartolomé, patrón de la ciudad, y otras funciones de tipo escenario monumental, tales como corridas de toros, diversos juegos o actividades políticas. La Plaza Mayor de Almagro ha servido a lo largo de su historia como espacio polivalente para diversas y múltiples funciones. Ha sido y es un escenario de vida donde generaciones sucesivas, desde el Medievo, han convivido pergeñando el resumen de la historia de este pueblo.

·       Pero no hemos de quedarnos sólo en esta Plaza, porque hemos venido a caminar, a recorrer sus callejas y a contemplar los monumentos que allí se esconden: callejón del Villal, casa del Arcipreste Molina, Corral de Comedias… Héctor dice que son…

«…una extraña convergencia de calles y señales que a alguien que vive en una ciudad de plano cuadricular le cuesta entender. No hay que andar mucho para contemplar el primer punto de interés de nuestra ruta: el teatro Hospital de San Juan, del siglo XVIII. En realidad de él sólo queda la enfermería y la nave de la iglesia, pero su restauración le ha devuelto esplendor y funcionalidad».

«Aledaño se sitúa el “Espacio de arte contemporáneo”, donde se celebran exposiciones relacionadas con el arte, especialmente teatrales. Después, subiendo la calle de San Agustín nos llama poderosamente la atención el intenso color rojo del neoclásico teatro municipal, de 1860 (rehabilitado en 1988). Su interior con forma elíptica permite una acústica sensacional».

A mí me gusta recorrerlas preferiblemente en horas extemporáneas con objeto de disfrutar de su silencio y soledad. Son momentos en los que el blanco de las fachadas, en connivencia con la piedra de jambas, dinteles y blasones, junto a la forja de las rejas, comulgan con la serenidad y la quietud. Y uno siente el sabor de la cultura en su más clásico sentido, aquel que engloba al mundo del pensamiento junto con el del conocimiento: filosófico, artístico, literario. Y es entonces cuando vuelvo a preguntarme por qué ya casi nadie dispone de tiempo para leer buenas obras literarias y de pensamiento; es más, por qué ya casi se ha perdido la afición por leer mientras se ha incrementado la afición por viajar para realizar las más peregrinas travesías del Mapamundi por medio de esos turísticos viajes organizados donde en realidad, salvo recorrer enormes espacios, poco más se suele hacer. Porque la falta de conocimientos y de imaginación suele atrapar a esos viajeros en un espacio paupérrimo de referencias y pensamientos. Devoradores de kilómetros, componedores de ese provincianismo global que caracteriza nuestra época, son personas con tiempo para desplazarse hasta Tailandia o Vietnam, pero que no disponen de un momento para desplazarse a unas decenas de kilómetros para conocer joyas históricas o de naturaleza como Almagro o Daimiel. Qué distinto del clásico viajero cosmopolita amante de la diferencia de lo oculto y desconocido, que ante todo buscaba enriquecer sus raíces para saber.

En Almagro, así como en el antiguo Imperio donde todas las calzadas conducían a Roma, parece que todas las calles conducen a su Plaza Mayor. Así que aquí estamos de nuevo, ahora sí, ya para visitar su famosísimo Corral.

El Corral de Comedias comenzó a utilizarse como tal a finales del siglo XVI, cuando las representaciones teatrales pasaron a realizarse de las plazas a espacios más reducidos y recogidos, generalmente por condiciones de acústica, comodidad y economía. Los patios de posadas y mesones fueron su refugio natural. El de Almagro constaba de tres corredores alrededor, uno muy grande, de mucho fondo frente a la escena, para las mujeres. Debajo de los corredores había unas gradas, y en el piso del corral hileras de bancos con un espacio considerable detrás para los que veían la función de pie. Se desconoce hasta cuando estuvo funcionando, aunque es probable que lo hiciera hasta finales del siglo XVIII. No obstante su estructura se mantuvo intacta, lo que permitió su recuperación a mediados del siglo XX. En 1955 fue declarado Monumento Histórico Artístico Nacional.

• Héctor dispara sus cámaras una y otra vez. Pero entre cada enfoque y disparo aún sabe disponer de tiempo para anotar sus pensamientos:

«Pisar el suelo donde artistas desaparecidos hace siglos divirtieron al pueblo y donde la sociedad de la época se reunía para disfrutar con el arte es extraño. Nos invade una sensación como de haber atravesado las leyes físicas establecidas para viajar en el tiempo. Un convento, una iglesia, una catedral… son edificios que siempre nos llamarán la atención y disfrutaremos por su arte arquitectónico, pero estar en el último corral de comedias que existe es diferente: sólo Almagro lo posee. Somos privilegiados de estar hoy aquí. Resuenan las voces de jóvenes actores que ensayan ajenos a nuestra presencia. Excepto el escenario, todo está vacío. Las butacas parecen espectadores silenciosos que respetaran los ensayos sin rechistar. Nos movemos con cautela, atención y respeto. La madera es el material preferido aquí, mayoritariamente pintado de un característico burdeos».

Pero Almagro no se enroca sólo en su Plaza Mayor: el almacén de los Fúcares…

«…traducción libre que los lugareños hicieron del apellido alemán Fugger —escribe Héctor—. Se trata de un precioso edificio del siglo XVI que guardaba el grano de la Orden, además del mercurio de las feraces minas de Almadén. Una vez más, una profunda rehabilitación ha conservado su espíritu intacto, y nos sorprenden especialmente las escaleras, el zaguán de la entrada y los soportales del patio renacentista interior».

El palacio Maestral, sede de la corte del Maestre y residencia de caballeros calatravos; los antiguos hospitales: de Nuestra Señora La Mayor, de Nuestra Señora de los Llanos, de la Misericordia, de San Jerónimo, de las Ánimas, de la Orden de Calatrava; el Pósito, la Cárcel, sus múltiples conventos y colegios…Las calles de Almagro son historia medieval a las que se les ha añadido el sabor y el gusto por el teatro, con su festival internacional, su espléndida gastronomía, en resumen una ciudad en el corazón de La Mancha que tiñe las retinas del viajero impidiendo que pueda olvidar.

·       Y así nos cae la noche. Tenemos que partir. Aún nos han quedado bastantes cosas que ver y degustar, pero quizá sean aquellas que dejamos para el estímulo de la imaginación del futuro viajero. Porque al recorrer en nuestra retirada esas últimas calles: San Bartolomé, Santo Domingo, lo que no dejo de preguntarme es si esta nueva entrega de «Crónicas del caminar» será semilla en algún terreno fértil que aquí o allá, en más lejanas tierras, a través de ellas quieran viajar hasta ese monumento de la historia que es esta magnífica ciudad: Almagro, tierra de caballeros, Orden de Calatrava, limítrofe con la de San Juan.

Mariano Velasco, escritor, doctor en Ciencias Políticas y Sociología, y presidente de Asociación Ecologista para la Defensa del Acuífero 23 (AEDA 23), con fotografías y comentarios de Héctor Campos, periodista, escritor y fotógrafo.