Mucho amor, mucha paz para la familia de Laura

Pensar en Laura y desear a su familia mucha paz y mucho amor es quizá la única certeza que nos queda tras una muestra más de un destino incomprensible pero a la vez inevitable e ineludible. Desde que el ser humano tiene conciencia reflexiva se ha preguntado si su fortuna o fatalidad está escrita en algún libro o cielo desconocido y si existen mecanismos para intervenir en nuestra suerte. Para los griegos, el destino y el tiempo crearon el universo y ya permanecieron eternamente entrelazados. Los seres humanos bajamos de nuevo a la tierra y volvemos a preguntarnos sobre la ruleta del destino cuando nos sentimos sorprendidos, dolidos, azotados por una certeza como el destino y el tiempo que llevaron a Laura al sitio exacto en el momento justo. Cuando la fatalidad llama de nuevo, solemos recorrer nuestras decisiones y nos preguntamos qué hubiera sucedido en caso de modificar levemente el camino o el tiempo. Pero luego pensamos también que no podemos intervenir en algo que no podemos prever y, en casos como estos, debemos aliviar de todo el peso de responsabilidad a quienes fueron de la mano de su destino porque tampoco podían presentir o presagiar ese momento decisivo en el futuro de una persona tan querida. Y eso nada tiene que ver con efectos que causan nuestras acciones, es mucho más misterioso como el propio nacimiento que es ya de por sí un destino incierto: por que nací yo precisamente, por qué las hilanderas griegas trenzaron así las hebras de mi destino. No existen responsables en casos como estos; debe existir, eso sí, mucho apoyo, mucha paz y mucho amor para la familia de Laura, la toledana.

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