Medrano Ficticio

Unas golondrinas habían anidado en mi corazón. Acudí a la consulta del doctor Albufera, el cual me tuvo esperando en la antesala alrededor de una hora, tiempo durante el cual las aves aprovecharon para realizar vuelos de reconocimiento y hacer nuevo acopio de materiales para anclar mejor su hogar entre venas cavas y arterias pulmonares.

- ¡Medrano Ficticio!

- Yo, doctor, yo soy Medrano.

- Pase, pase, yo conocí a un Ficticio en la universidad, creo que era de un pueblo de Albacete, un tipo singular, créame. Tenía verdaderos propblemas con su ropa pues pensaba que era portadora de malos efluvios y microorganismos, arácnidos y parásitos. Procedía a realizar lavados generales cuando apenas habían transcurrido horas desde que la sacara de la lavadora, la tendiera y la planchara. Ejecutaba todas estas labores personalmente con sumo cuidado, lavaba la lavadora, renovaba cada semana las pinzas y las cuerdas del tendedero: ¿no será usted pariente de este Ficticio!

- Puede ser, no le digo que no, doctor Alfubera: tenemos parientes por parte de madre entroncados en la zona de Hellín donde poseían una tienda de ultramarinos y una pollería…

- Bueno, bueno, dejémonos de cháchara, dígame cuál es su dolencia.

- Dolencia ninguna, doctor, a veces me molestan un poco los anclajes del nido pero lo peor es por la mañana temprano cuando las golondrinas quieren ejecutar sus vuelos y debo despertarme, abrir la boca y ahuecar la glotis para dejar hueco suficiente que les permita salir y entrar a su libre albedrío.

- ¿Entonces?

- Nada, que ya de paso que estoy aquí, a pedirle unas recetas de paraceta, gelocata, ibuprofe, chupetes para el nieto y otra para pesarme y tomarme la arterial.

- Muy bien, muy bien, señor Medrano, aquí las tiene, paraceta, gelocata, ibuprofe, chupetes, peso y tensión.

- Gracias, doctor Alfufera.

- Recuerdos a su familia, señor Ficticio: ¡Rajoy Brey!

Rosi