El delineante

En los tres primeros juegos, me pareció que un par de bolas mías habían entrado pero él dijo ¡no! y trazó con seguridad un semicírculo con la cabeza de la raqueta. Suelo confiar en mis contrincantes pero cuando empaté a dos con su saque, observé claramente que cantaba fuera bolas que habían entrado. En la siguiente, pregunté con cierto énfasis: ¿nooo? Y él me explicó que aunque parecía que había dejado una marca blanca en el centro de la línea eso sucedía a veces porque la bola votaba fuera y arrastraba parte de la tierra que, con el impulso, limpiaba la línea y daba la sensación falsa de que había entrado. Era la primera vez que escuchaba esa explicación en mi ya larga vida en las canchas de tierra batida. En consecuencia, en algunas bolas dudosas que iban al fondo comencé a cantar unos NO muy contundentes que dieran a entender de alguna manera mi disconformidad con sus decisiones arbitrales o más bien arbitrarias. A los dos se nos encogió el brazo al intentar meter las pelotas claramente dentro de la pista y los saques comenzaron a parecer churros de principiantes que muchas veces se posaban tristemente en la red. Tengo por costumbre no discutir en ningún partido, acepto ciertas irregularidades, soy abogado y estoy acostumbrado a mantener la templanza ante las provocaciones, le pregunté:

- ¿Cómo andas de la vista?, porque ahora hacen unas operaciones de miopía de puta madre…

- Yo veo bastante bien…

- Pues no lo parece…

- ¿Por?

- No, por nada.

No vuelvo a jugar con este tío, pensé mientras me dirigía a sacar para intentar ganar el set contra viento y marea.

Kimi