El enemigo del virus

El egoísmo antepone la autosatisfacción a cualquier asunto; anhela beneficios personales sin sopesar la destrucción que acarrea ni pensar en construir y evolucionar. Cuando desmedido, actúa cruel, casi comporta sadismo; se apoya, una y otra vez, sobre la justificación que señala a otros y a él lo exculpa. (Sabores de tierra).

La epidemia del coronavirus y sus múltiples efectos están mostrando una cara poco positiva del ser humano, de la mayoría de los seres humanos, una imagen en la que prima el egoísmo egocéntrico, la insolidaridad, el negocio, el sálvese quien pueda. Tampoco salen bien parados el sentido común, la responsabilidad, ni la inteligencia. No sabemos siquiera poner nuestro interés al servicio del bien común.

Si fuera una película, que no lo es, el guionista podría añadir cierta intencionalidad al virus, una estrategia que pone de manifiesto estas carencias y demuestra que nos está ganando por goleada al tiempo que muestra nuestro verdadero rostro. En esa serie de ficción, el coronavirus nos vigila de cerca, contrarresta nuestros movimientos y utiliza con cierta sorna nuestra falta de unidad y la inconsciencia de buena parte de la población.

Hay que reseñar una serie de plagas del actual ser humano, entre ellas el intento de usar políticamente la pandemia sin consideraciones, sin aflojar un milímetro, dificultando enormemente la gestión que se convierte en una patata caliente. Llegan las vacunas, las farmacéuticas van a lo suyo, a lo de siempre: hacer el máximo negocio con la enfermedad. Lo pequeño es lo grande. Si el ser humano actual es egoísta, los países también lo son con la rapiña de las vacunas desde una posición global. Ya sabemos que no será lo mismo ser un ciudadano de un país avanzado que de un país pobre.

Qué desastre. Y para quienes aún piensan que cuando pase todo esto habremos aprendido algo, la ecuación será idéntica o peor: más consumo, más daño a la naturaleza, más egoísmo, más concentración de la riqueza.

Ya era así antes pero, aunque parezca una homilía, el virus nos ha descubierto: “Mi interés es mi peso específico, por él soy llevado donde quiera que voy”.

elObservadorDCLM