¡En qué estaría yo pensando!

«La orgía del pasado sábado no terminó como esperábamos. Fernando sufrió un infarto y se quedó tieso, igual que su polla. En ese momento, finalizaba un delicioso «creampie» en una joven gorda de más de 130 quilos a la que habíamos contratado en plena calle por 150 euros. 

No hubo forma. A pesar de que contábamos siempre con un desfibrilador para casos extremos, las descargas sólo consiguieron que eyaculara por segunda vez y sobre la cara de Quique; un orgasmo después de muerto; joder, como los grandes...

El caso es que allí estábamos, siete tíos en pelotas, uno de ellos muertos, nueve chicas bastante asustadas y una joven obesa que aún pedía más guerra. 

Fernando era un tipo importante, director de una compañía de comunicación, manejaba el cotarro del quién es quién en la sociedad madrileña. Casado y con tres hijos de 12, 9 y 6 años, Fernando no podía morir así, follando a lo loco como todos los sábados, acompañado por sus amigos de la infancia. Había que darle una muerte más que digna; de modo que metimos a Fernando en la bañera y le dimos un buen fregado, eliminando así los restos de fluidos corporales propios y ajenos. Después, le vestimos, le peinamos y hasta le perfumamos con esencia de Loewe, su favorita. Estaba hasta guapo, el cabrón. A eso de las cuatro y media de la madrugada, Quique y yo bajamos a Fernando en el ascensor hasta el garaje. Toda vez que comprobamos que no había moros en la costa, nos metimos en el Aston Martin del Fernando y salimos cagando leches de allí con el susodicho finado en el maletero. A la altura del kilómetro 23,800 de la A-6, nos detuvimos en el arcén, sacamos a Fer del maletero, le pusimos a los mandos del vehículo e hicimos humo con nuestras personas, andando una media hora hasta un garito de copas y desde allí, cogiendo un taxi hasta los Madriles.

Eran las siete y cuarto cuando entramos por la puerta de nuestro lugar de jarana. Las nueve chicas se habían ido, previo pago de su silencio. Allí sólo quedaban cuatro amigos y la gorda montando un Gang Bang de libro. Para eliminar el estrés, nos unimos al festival. Aquello terminó bien entrada la tarde del domingo. La gorda, obviamente, quedó contratada indefinidamente para futuros encuentros. 

El lunes, toda la prensa se hacía eco de la muerte de Fernando Pelayo: «...al sentirse mal, el empresario aparcó en el arcén de la A-6, pero ya fue tarde...»

Objetivo cumplido; Fer hubiera hecho lo mismo por nosotros...La pena es que se perdió el mordisco que le propinó Raúl a la O.M.  en el pezón derecho ¡Acabamos todos en urgencias!»

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