Atribuciones ajenas o tribulaciones impropias

Mi novia no quiere reconocerlo o, lo que es peor, me atribuye a mi algunos de sus defectos, por llamarlos de alguna manera. También reclama la autoría de ocurrencias mías y me achaca errores que yo no he cometido. Mi novia se distingue por estar en mil cosas a la vez y pensando al tiempo en otras mil, tanto es así que a veces estamos haciendo el amor y para de golpe para buscar unos pendientes que debe ponerse al día siguiente porque le quedan monísimos con el conjunto que ya tiene preparado. Luego vuelve como si tal cosa aunque la cosa ya sea otra cosa más que nada por el desconcierto acaecido. Pero, a lo que íbamos. Resulta que ella pierde cosas, no lo reconoce pero las pierde. Sin ir más lejos, esta misma mañana estábamos a las seis treinta y cinco buscando las llaves de su coche, que no las encuentro, que dónde pueden estar y yo voy a mirar en su bolso y le digo: “¡están en tu bolso!” y ella dice, claro, es donde las he puesto, en mi bolso. Al rato me llama por teléfono para decirme que se ha encontrado un papel en el portal y ha pensado “este es el típico papel importante que pierde mi novio porque es un despistado”. Resulta que era el resguardo de una analítica mía, que se le debe haber caído a ella porque esta mañana se ha llevado mi chaqueta y yo no encontraba ni el resguardo ni la chaqueta por ninguna parte. 

Eso es parte de lo que pasa o lo que yo denomino “atribuciones ajenas” o “tribulaciones impropias”. Luego le digo: vamos a salir a dar una vuelta. Salimos, hace un fresco muy agradable, le digo yo "vamos a sentarnos en esa terraza". Y estamos muy a gustito tomando un agua con gas, ella dice: “menos mal que se me ha ocurrido a mi salir a dar una vuelta y sentarnos en esta terraza”. Yo hago morritos y levanto un poco un hombro.

Menos mal que fue a ella a quien se le ocurrió que fuésemos novios.

Kimi