Pedro Sánchez, un político encerrado en sí mismo

He escuchado estos días a varios tertulianos valorar el trabajo de Pedro Sánchez aunque luego le culpan de ser un presidente poco dialogante que aprueba grandes medidas sin establecer previamente vías de diálogo con la oposición e incluso con sus propios socios de gobierno. 

Se puede entender la forja introspectiva de este político si se tiene en cuenta que nada más aparecer en plaza pública todos, incluso los de su propio partido, fueron directamente a por él. Más calmados ahora en el interior del PSOE, la oposición no cesa un solo instante de machacarle, insultos incluidos, pandemia y guerra de Ucrania también. No es un descubrimiento que desde PP y VOX se reciben con alborozo las peores noticias sobre crisis que afectan a nuestro país. Lejos de colaborar en su solución, los partidos de la oposición, incluido Ciudadanos, amplifican sus efectos, dando obviamente a entender que todo es culpa de Sánchez, desde el virus y sus estragos a las consecuencias económicas de la invasión rusa. No se quedan solo en lanzar al gobierno las crisis internacionales a la cabeza, también lanzan a la calle a sus organizaciones sociales con banderas españolas igual que salieron los cayetanos a reclamar libertad en medio de la peor ola de coronavirus. Y si Sánchez aprueba medidas que resuelven los problemas les falta tiempo y estrategia ligera para decir que llegan tarde o son insuficientes. Y, de paso pedirle que baje los impuestos pero que mantenga las ayudas y los servicios públicos.

Populismo aparte o no, lo cierto es que Sánchez no ha podido respirar tampoco con sus socios de Podemos que un día soñaron con dar el sorpaso al PSOE y tampoco han descansado en hacer oposición desde la propia coalición, algo que siempre resulta bastante rentable a la derecha pero no tanto, por lo que se ve, al propio partido morado.

En Ucrania viven una situación extrema pero es admirable saber que el 93 % de sus ciudadanos apoya las decisiones de su presidente, decisiones que por cierto son muy cuestionadas en redes sociales en España; que el 98 % de los encuestados apoya las actividades de sus Fuerzas Armadas y que cerca del 80 % de los encuestados señalan que están dispuestos a defender la integridad territorial de Ucrania con las armas en la mano.

Claro que nosotros no estamos directamente en guerra aunque Pedro Sánchez es el enemigo a batir y no el amigo al que ayudar, pero siempre han existido las llamadas Cuestiones de Estado, momentos muy delicados y complejos, en los que nuestra nación e incluso Europa necesita dejar de lado la estrategia de confrontación permanente y utilización política de las crisis para salir de ellas más fuertes, más unidos, que no se instale el profundo pesimismo en el país y vayamos a tirarnos todos de cabeza al pozo de la desesperación hasta que gobierne otra vez la derecha que nunca nos ha sacado de ningún pozo aunque vendan lo contrario, corrupción incluida.

Claro que Sánchez no es un niño al que se le niega todo, se le regaña por todo y no se le permite nada hasta que se cierra en banda. Sánchez es el presidente del Gobierno de España pero no hay que ser licenciado en psicología para entender que un ser humano deja de confiar en el diálogo cuando le llegan bofetadas por todas partes aunque al final demuestre que el trabajo de su gobierno ha sido positivo tanto en la pandemia, la guerra y en las crisis derivadas de ambas. 

Ese enemigo a batir o ese niño encerrado en sí mismo porque está harto de recibir palos por todas partes, ha dejado dos titulares sobre la política inútil y la falta de unidad, antes de aprobar el Plan de Respuesta a la Guerra que movilizará 16.000 millones de euros:

“¿Qué más tiene que ocurrir para que respondamos unidos?” y “La política útil es buscar soluciones en los momentos complicados que estamos viviendo”. 

En todo caso, Sánchez ha demostrado que este tipo de oposición de acoso y derribo hace poca mella en un personaje político decidido a mirar siempre hacia el futuro, pase lo que pase.

elObservadorDCLM