Ecología y toro de lidia

Desde sus inicios el tema taurino ha sido muy controvertido. Seguramente ahí radica parte de su fuerza. Es un espectáculo de pasiones y, como tal, tiene fervientes defensores y tremendos detractores. Pero los toros están en la entraña del pueblo español y hay quien lo define como “compendio de artes”. Y, quien tenga reticencias en acercarse a él, debería vencerlas en un ejercicio de humildad y procurar entenderlo. Si ello es posible a buen seguro que los nuevos espectadores podrían verse sorprendidos, en más de una ocasión, por el lado estético, capaz de herir positivamente aquellas sensibilidades más reacias. Ortega y Gasset decía que “no podrá entender bien la historia de España quien antes no haya entendido las historia de las corridas de toros”.

Pero dejemos aparte la doctrina en favor del espectáculo. Centrémonos en el ecosistema que el toro bravo propicia y que resulta fundamental para el mantenimiento de esos campos abiertos, de esas grandes extensiones que, sin la existencia de estos hermosos animales nacidos para el duelo, seguramente habrían sido reconvertidos para usos más rentables, en donde la ecología y la belleza natural, hubieran sufrido importantes mermas.

Siendo España un país eminentemente agrícola, hay que decir que, de un tiempo a esta parte, la agricultura jugó un papel negativo respecto a la ganadería de bravo. En este momento, sin embargo, agricultores y ganaderos han sabido complementar ambas producciones y se ha conseguido un equilibrio beneficioso.

Antonio Pérez Tabernero, ganadero  salmantino, nos indica que las fincas ideales para la cría del toro de lidia han de tener características muy especiales y son pocas las que las reúnen. Se necesitan campos de monte alto de encinar y carrasca y algunas quebradas que eviten, no solo los encharcamientos, sino que sirva de abrigo al ganado cuando haya que resguardarse de los cierzos invernales y de temperaturas muy bajas. Por el contrario, en primavera y en verano,  son las tierras bajas y llanas las que más favorecen los pastos para el ganado.

La relación de las fincas está, por lo tanto, en relación directa con este tipo de producción. Hay que tener en cuenta que al estar poco roturadas para la siembra del cereal, el campo que alberga a los toros bravos propicia un hábitat ideal para una fauna y flora determinadas. Por ejemplo, entre sus migraciones, las grullas suelen establecer sus paradas en este tipo de campos. La avutarda también necesita de estos grandes espacios para poder desarrollarse con normalidad.

Pero entre la fauna más numerosa que encontramos entre los toros de lidia hay que destacar el conejo, la liebre, la perdiz y los reptiles. Todo ello proporciona el alimento favorito de las aves rapaces y carroñeras. Halcones, águilas, cernícalos, búhos, lechuzas y buitres son muy familiares entre los toros y muy difícilmente pueden verse en otros espacios en los que la cuestión económica impone otros usos.

Ángel Alcalde