Me da mucha envidia vuestro clítoris | Pablo Ortiz

Ni quiero ni puedo evitarlo, yo querría tener clítoris. Me encantaría poder contar en mi cuerpo con un órgano que anatómicamente está diseñado exclusivamente para ser acariciado, para recibir placer. Un aparato que es capaz de provocar orgasmos (solo por la estimulación de su glande de 1,5 cm²) con sensaciones entre 4000 y 12000 veces más intensas que las que podamos experimentar cualquier varón por el eretismo de nuestros míseros penes de apenas 14 cm de media.

Las mujeres sois perfectas, diseñadas y evolutivamente perfectas. Tenéis la capacidad de disociar lo sexual de lo reproductivo. Podéis elegir entre estimulación o penetración. En vuestra mano está el convertiros en mujeres sexuales de pleno derecho y con todos los derechos. La revolución sexual y de la igualdad del siglo XXI será de la mujer, o no será. Así de simple.

Con vuestras decisiones sobre vuestro cuerpo haréis posible que los varones que os rodean nos obliguemos a cambiar el modelo sexual que durante 2000 años se ha ido imponiendo en el constructo social. Esta sociedad que a pesar de todo sigue siendo patriarcal y machista, basada en un modelo heterosexual y heterosexualizador, con una norma centrada en lo coitogenital fundamentada en profundas raíces judeocristianas de comportamiento. Esas mismas raíces que ahora persiguen de manera enfermiza al feminismo acusando al mismo Satanás de estar detrás de este movimiento. Una sociedad enferma que sigue educando en estereotipos de género arcaicos, una sociedad camuflada bajo el manto del “primer mundo”, pero que practica una aberrante ablación cultural del clítoris al igual que se hace físicamente en el “tercer mundo”.

El clítoris no existe, no se habla de este órgano. No se visibiliza en textos educativos, no se enseña a las niñas ni a los niños, no se les explica dónde está ni para qué sirve. Se esconde o se camufla bajo el término “órgano reproductor” y aparece su nombre solo cuando toca la lección de reproducción, manteniendo así ese concepto cristiano en donde todo lo “sexual” va asociado inexorablemente con lo reproductivo.

Pero el clítoris si existe, y desde el año 1998 sabemos exactamente todo lo inmenso y genial que es en realidad. La reivindicación del clítoris es el primer paso para liberarse del concepto misógino que en torno a lo sexual nos educan a todos. Estoy convencido que esta reivindicación, el gritar bien alto y bien fuerte que las mujeres tienen clítoris y que la vagina no es un órgano sexual, sino parte del órgano reproductor, es el paso necesario para conseguir de manera real que de una puñetera vez, la coeducación o la educación igualitaria empiece a dar sus frutos.

No vale de nada tantas miles de horas gastadas en talleres, charlas, clases, conferencias, simposios sobre Igualdad, si al final, seguimos dando a la vagina ese papel estelar que en las relaciones coitales ahora tiene, y si seguimos escondiendo al clítoris bajo ese paraguas donde todo vale y nada funciona bien, que son los llamados “preliminares”.

La educación en igualdad tal y como está diseñada hoy en día, y mientras siga haciéndose desde dentro de esta sociedad “moralizante” y “pecadora” nunca podrá funcionar, pues partimos de una desigualdad manifiesta entre varones y mujeres que esta educación no podrá cambiar y seguirá manteniendo eternamente, aunque en nuestra disonancia cognitiva colectiva, pensemos que somos muy progresistas al desarrollarla.

Permitirme una metáfora para entender este concepto: pensar en una carrera de 100 metros entre una mujer y un varón donde ambos corren en mismas condiciones… amplitud de zancada, peso, altura, velocidad, pista, fuerza del viento, peso de la ropa… todo “igualitario” para que los dos lleguen a la meta a la vez. El problema es que tal y como está configurada esta sociedad, el varón saldría con un metro de ventaja sobre ella, y en esa hipotética carrera, finalmente la mujer llegaría a la meta un metro después que el varón… pero eso sí, la carrera sería muy “y mucho” igualitaria y en las mismas condiciones.

Es imposible avanzar en igualdad cuando partimos de puestos y condiciones diferentes. Nunca llegaremos a la vez a esa meta.

No creo en la educación en igualdad actual, defiendo la educación feminista como la única manera de sobreponerse a “ese metro de desventaja”. Necesitamos incidir en la consecución de derechos y libertades para la mujer de manera que ambos sexos podamos hacer verdadera educación en igualdad partiendo de la misma posición. Necesitamos hacer feminismo activo y efectivo para superar las barreras actuales, y además, necesitamos que ese activismo feminista lo hagamos tanto varones como mujeres, de la mano, respetando nuestras diferencias y afianzando los puntos de encuentro. Somos diferentes pero tenemos que tener mismos derechos.

Primero feminismo, luego educación en igualdad.

Y por supuesto, todo esto de la mano de la educación sexual como vehículo conductor capaz de unir en todo este proceso. Una educación sexual que hable de nosotras y de nosotros como seres sexuados que somos, que nos relacionamos, que interactuamos, que vamos construyendo nuestras propias biografías sexuales y que entendemos y respetamos las diferencias para convertirlas en unión sexual, feminista e igualitaria.

Mujeres y varones, os propongo que reivindiquéis el clítoris como motor de cambio. Que lo pongáis en valor frente a todo lo que nos han enseñado, que lo dignifiquéis, que salga a la luz, que se visibilice, que sea el icono necesario para representar la revolución sexual que se avecina.

A mí me da mucha envidia vuestro clítoris.

¡Feliz y reivindicativo 8 de Marzo de 2018, hagamos historia!

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Pablo Ortiz García

Sexólogo y autor de SEXtasiaDOS

Miembro del comité federal del PSOE