El logro de las españolas sigue brillando ante la testosterona imparable de algunos "machotes"

Algunas no somos futboleras, solo vemos futbol cuando juega la selección nacional o algún partido internacional o con un rival duro. Algunas, no perdemos el  sueño por un partido de futbol, ni solemos conocer el nombre de todos los jugadores en un determinado equipo. La agresividad y el machismo que envuelve el futbol siempre ha sido un auténtico repelente, por eso algunos gestos demuestran el esfuerzo realizado, por las mujeres, en un mundo de hombres. 

Algunas crecimos en un tiempo en el que las mujeres no iban a los campos de fútbol ni siquiera de espectadoras, porque eso era algo que quedaba reservado a los hombres, como los puros y el coñac y bien que se encargaban de dejarlo claro.  

Algunas de nosotras pertenecemos a una generación de mujeres, que tuvo que aguantar que le llamaran “machucho”, “marimacho” o “machorra”, solo por el hecho de que le gustara jugar al fútbol o a los coches. Eso eran sueños vetados a las mujeres, algo que “no se correspondía con su condición femenina”.

Algunas, pertenecemos a esa generación de mujeres, que siendo ya madres,  tuvimos que responder airadamente cuando al comprar un cepillo de barrer a su hijo, simplemente porque este quería “ayudar a su mama para ir antes al parque”, escuchábamos comentarios como  “vosotras sois las que creáis mariquitas”, “luego os extrañareis de que sea gay”  porque nunca han faltado los peligros de las y los del “rosa para las niñas y azul para los niños”.

Pertenezco a una generación de mujeres que, en el pasado, sintió vergüenza ajena de ver como se trataba a las gimnastas de deportes duros como el fútbol, porque la gimnasia rítmica, el patinaje o la natación siempre estuvieron “bien consideradas”. 

Esa “revolución de las mujeres” que empezó hace mucho tiempo, con tan solo unas pocas que fueron imponiendo sus criterios, a pesar de la mofa y el escarnio, se fue haciendo cada vez más grande, hasta crear una auténtica  marea vestida con el color violeta, mezcla del rosa y el azul, porque las mujeres no quisimos renunciar nunca a ninguno de los estos dos colores, que habían estado en lucha permanente durante lustros.

Las mujeres llegaron a las judicaturas, a los Ayuntamientos, al Congreso de los Diputados y también al Senado e incluso al Gobierno. Llegaron a los Cuarteles, al Cuerpo de Bomberos y también bajaron a las minas. Se hicieron mariscadoras, médicas, abogadas y aunque pocas, también llegaron a las direcciones de Bancos y medios de comunicación. Pasaron incluso por las plazas de toros, sin conseguir demasiado brillo en ello y marginadas en los carteles, pero su lucha nunca se detuvo, ni siquiera cuando algunos decían que los derechos ya estaban conseguidos con la aprobación de la Constitución española de 1978. 

Las mujeres llegaron a los campos de fútbol como espectadoras, pero no habían conseguido entrar en los vestuarios, con seriedad y responsabilidad, hasta el pasado 20 de agosto. Por eso esta Copa del Mundo de fútbol, no es solo un logro en el fútbol y en el deporte. Es todo un logro en la lucha por la igualdad, tan solo enturbiado una vez más por el “machismo” del “que se cree el amo del calabozo”. El presidente de la Federación Española de Fútbol, Ramón Rubiales, que tuvo la osadía de agarrar de manera inequívoca la cabeza de una de las jugadoras, para robarle un beso en los labios, asegurándose de esta manera su triunfo y evitando de forma inequívoca la humillación pública y el escanio que para el supondría una evidente negativa de la otra parte, en defensa de su libertad de expresión.  

El beso es algo que se da cuando dos cabezas se acercan, una a la otra, al mismo tiempo y de forma voluntaria,  para sentirse cerca. Es precisamente en ese libre recorrido de acercamiento, donde se comprueba la aceptación a la sugerencia propuesta, pero si agarras la cabeza de la otra parte y te la llevas a la boca, eso … indiscutiblemente es un ataque a la libertad de elección de la otra persona.

No estoy en contra de un beso. Creo que es el mejor de los regalos cuando se está celebrando una Copa del Mundo de fútbol, pero tampoco tengo por qué aceptar “cualquier beso”, venga de donde venga y en el lugar que se proponga quien me besa, porque un beso, es eso que de común acuerdo se dan dos personas, en el lugar en el que se propongan MUTUAMENTE y no de forma unilateral. Los besos impuestos, siempre fueron “asquerosos”. Eso es lo que ha hecho el presidente de la Federación Española de Fútbol, poniendo de manifiesto, con toda la transparencia del mundo, su imperatividad y asegurándose un sí, que debería haber sido un no para demostrar con ello una profunda falta de respeto a la jugadora, al equipo y al premio conseguido con un esfuerzo de años. 

Ante la polvareda levantada y tratando de cerrar una espesa cortina de humo, Rubiales ha dicho "No hagamos caso de los idiotas y de los estúpidos (...) No estamos para gilipolleces", y así pone de manifiesto que el insulto siempre es la defensa fácil de quien no tiene argumentos. Y si… señor Rubiales acabo de escribir, lo que para usted es una “gilipollez”, porque debo de ser a sus ojos “idiota” o “estúpida”, pero eso no me callará para decirle que con su gesto ha empañado la celebración de esta copa, y ha sido usted solo, con sus dos manitas y “su boca de chancla” quien de forma “unilateral” impuso su capricho a la libertad de una mujer, a la que por cierto “no le gustó”. Es usted quien ha ensombrecido un precioso momento demostrando una vez más que la testosterona está dispuesta a salir siempre que un “machote” lo entienda “necesario” pasándose por el “forro” el derecho y la libertad de elección de una mujer.

Esta mota de polvo en el lustre, la ha soltado usted y no quienes damos nuestra opinión a lo que usted hace, porque a pesar de todo, esto seguirá siendo un logro no solo deportivo, sino social, un peldaño más en la lucha por la Igualdad, un esfuerzo recompensado y un "machote" caprichoso capaz de imponer su voluntad ante miles de espectadores.

P. Moratilla