Menos de un segundo

Una fatal confusión, menos de un segundo y el mensaje llegó a la persona que no debía recibirlo. Un segundo sin vuelta atrás que trajo una tormenta de no se cuántos días y cuántas noches. Francoise ya no suele pensar en qué hubiera sucedido si en vez de pulsar esa tecla no lo hubiera hecho o si ese día hubiera estado en Filipinas. Ese podría ser ahora un buen destino, cualquiera. Lo que sí pensaba es que existen los pequeños diablos, el grande no, ese no tiene ya lugar en este reino de Dios, pero los pequeños son como las bacterias que se reproducen y mutan. No existe un remedio definitivo, una cura, una ceremonia: cuando piensas que ya has acabado con ellos, de pronto están ahí y zas. Es así y eso apaciguó en cierto modo su cerebro disperso, ácido de ansia y de no estar ya en ninguna parte. Por aquella rendija supo abrir de nuevo su visión del horizonte. Habría otra vida de nuevo, más oportunidades aunque, por experiencia, la experiencia siempre resultara insuficiente.

Edgar