Una nueva vida

Y pensar que hace seis meses tenía una casa, una mujer, un trabajo y unos hijos. Intento olvidarlo en este rincón en el que me he parapetado entre un banco y una pastelería. Me costó bastante encontrarlo porque la ciudad por la noche es una selva, la mayoría de los lugares resguardados están rifados y hasta existe una mafia que los controla. De momento aquí estoy con la maleta, el carro que robé del supermercado, unos cuantas cosas que voy reuniendo durante el día de los basureros y mis quince o veinte libros que releo una y otra vez, sobre todo El siglo de la luces que me trae buenos recuerdos. Voy a contar un poco mi historia: tenía la impresión de que mi mujer andaba liada con otro hombre. Una noche me dijo que iba a casa de su hermana y se me ocurrió seguirla discretamente. Se encontró con un tipo pelirrojo, se metieron en su coche, esperé un poco y abrí la puerta cuando estaban follando: ¡en qué momento! Mi mujer inició los trámites de divorcio, le concedieron la custodia de mis hijos menores de edad, se quedó con nuestra casa en la que ahora vive con el pelirrojo de los cojones. Yo debo pagar la mitad de la hipoteca y de los gastos de los niños, la manutención, etcétera. En eso estaba viviendo en casa de mi madre que falleció de pena cuando me echaron de la empresa donde trabajaba haciendo páginas web. Mi madre pagaba un alquiler de renta antigua y al fallecer me la subieron, hice cuentas y apenas me alcanzaba para un alquiler de doscientos euros con lo que cobraba del paro y los gastos familiares. Mis hijos no me hablan, no quieren que su padre sea un pobre que vive en un agujero. La misma mala suerte que yo han tenido otros pobres con los que me relaciono, por estos u otros motivos andan en la calle buscándose un hueco. De día camino, me siento, busco comida, me tumbo en un banco. Me dicen que sería de mucha compañía que me buscara un perro pero ¿qué le daría de comer?

Fragile