Volvamos al punto de partida: Los mandamientos

No estaría de más volver al punto de partida o, si se quiere, a una nueva tabla de mandamientos del ser humano donde se recoja lo más básico de un comportamiento medianamente decente y, en esto, todos estamos más implicados que nunca.

La primera consideración podría ser que el dinero no es lo más importante porque resulta evidente que ahora mismo sí lo es. San Agustín hizo este diagnóstico de su tiempo: “Mi interés es mi peso específico, por él soy llevado donde quiera que voy”. Donde dice interés se puede decir dinero y donde dice “donde quiera que voy”, se puede asegurar que en estos momentos y en el mundo actual conseguir más y más dinero parece justificar todas las acciones, bulos, mentiras, estrategias, políticas, negocios sean o no razonables, sean o no dignos, sean o no humanos. No todo vale para conseguir más dinero o más poder que de acceso al dinero.

La segunda es que la guerra es una aberración, lo peor que ha inventado el ser humano: nada debe justificar las matanzas de niños, mujeres y hombres. Y mucho menos por intereses confesables u ocultos. Quienes permiten la guerra y no trabajan claramente contra ella, pueden considerarse cómplices de esas matanzas.

Las siguientes consideraciones no son tan evidentes y muy variadas: no se debe manipular a las personas para que piensen lo que a ti te interesa; la derecha apoya a los más ricos siempre y la llamada socialdemocracia trata de realizar un reparto más equitativo de la riqueza; los jueces no deben bajo ningún concepto intervenir en la vida política: sus decisiones deben ser imparciales y ajustadas a la Ley. No se les puede permitir tirar la caña a ver si pescan una irregularidad por interés claramente partidista. Todos los seres humanos, incluidos obviamente los inmigrantes, tenemos derecho a una vida, a un trabajo y a una vivienda digna.

Y ya que mencionamos a los políticos, también conviene volver al inicio y recordar que su misión, su única misión es trabajar para mejorar la vida de los ciudadanos, no para manipular la mente de los ciudadanos y luego aprovecharse del poder con fines particulares, enriquecerse o favorecer a sus amigos. Un político honesto debe tratar de solucionar los problemas y no crearlos o aprovecharse de ellos para derribar al enemigo. Un político honesto debe alegrarse cuando las cosas marchan bien en su país y no dar siempre la sensación de que vamos hacia al abismo.  El mundo de la política no es un casino donde los amigos hacen apuestas a favor de un partido para luego recibir a cambio un premio gordo con dinero público. Ni tramas políticas con apostantes, ni apoyo a medios de comunicación para que machaquen cada día con sus titulares para derribar a un gobierno democrático.

La verdad es sagrada, la sanidad pública es sagrada, la tierra es redonda, las vacunas salvan vidas, el machismo debe desterrarse igual que el maltrato a otros seres humanos y también a otros seres vivos, la religión debe transmitir paz, solidaridad, apoyo a los más débiles y no alinearse, como los jueces, con ningún poder político o económico ni tampoco debe utilizarse para manipular conciencias, mucho menos para abusar sexualmente o para no oponerse frontalmente a las guerras. 

La paz, la solidaridad y trabajar lo más posible para mejorar la vida de la mayoría de los ciudadanos, en especial de los menos favorecidos, son algunos de los mandamientos básicos que deben incluirse en nuestra lista de valores.

elObservatorioDCLM