El Festival Celestina en su lado más crepuscular

Hace justo un año, antes de comenzar el XVIII Festival Celestina, Soledad de Frutos, alcaldesa popular de La Puebla de Montalbán, decidió de forma unilateral y cicatera, “arrancancar” literalmente los carteles que anunciaban la intervención de Teo Puebla en el Museo de la Celestina, en un acto convocado con motivo de la donación del artista, de los bocetos realizados al objeto de configurar la colección de pintura que hoy cubre las paredes del Museo.

Lejos de agradecer el hecho altruista, así como la elaboración de los catálogos que hoy se encuentran a la venta en el museo, donados igualmente por Teo Puebla, el acto se convirtió en una manifestación de censura cultural como la que se vivió en otro tiempo.

El motivo no fue otro, que la imagen aparecida en el cartel, por “inmoral”, según las propias palabras de la alcaldesa. Imagen que se corresponde precisamente con el primer cuadro que se puede apreciar a la entrada del museo y que corresponde a uno de los pasajes de La Celestina.

La conocida religiosidad de la alcaldesa de la localidad fue elemento suficiente para anular la cultura, y defender el postulado eclesiástico, el mismo que tuvo vetada la obra a los ojos del lector, considerándolo un texto demoniaco  y pecaminoso, desde que en el 1 de febrero de 1793 el santo oficio prohibió el libro por edicto.

Esa misma Iglesia que prohibió la utilización del interior de sus templos en los primeros años. Actuaciones que eran inicialmente musicales, aunque unidas a ropajes de frailes renacentistas.

El presente Festival, en su edición XIX ha visto mermada la calidad del contenido a pasos agigantados siguiendo la línea marcada por el gobierno del Partido Popular, que en las diecisiete ediciones anteriores criticó con notoriedad el gasto de este aunque sorprendentemente el presupuesto no se ha reducido en la misma proporción ya que este año serán 55.000 euros, la partida destinada a su celebración.

Lo desconcertante esta etapa del gobierno popular es que la iglesia, de quien el propio autor de la Celestina esconde su nombre por miedo a las represalias, la misma que censuró el pasado año el cartel por “inmoral”, es quien inicia el ciclo de conferencias (este año dos) del Festival, con una titulada Álvaro de Luna, residente y vecino de La Puebla de Montalbán a cargo del párroco de la localidad.  

La vinculación entre Álvaro de Luna y Fernando de Rojas a pesar de ser coetáneos es nula, aunque se incluya en el título su vida en la Puebla de Montalbán que no fue tal, porque su estancia se remite a un corto periodo de tiempo en Castillo de Montalbán perteneciente al término municipal de San Martín de Montalbán.

Este espacio, donde en otro tiempo y dentro del propio Museo  han disertado estudiosos y/o expertos en “La Celestina”, historiadores e incluso escritores que pudieran aportar luz y cultura a quienes sienten curiosidad por la vida y obra de Fernando de Rojas, ha quedado reducido a un sermón eclesiástico de manos del párroco de la localidad, que censura la Celestina por “inmoral”, y que para evitar la obra pictórica lo realiza en el Palacio de Montalbán, propiedad de la actual Duquesa de Osuna vinculada a través de pasadizos con la propia parroquia.

El grupo de teatro nacido en el seno de esta misma parroquia, completa la aportación ecuménica al Festival como responsables de dos Talleres de Teatro para niños.

En torno a la figura de La Celestina, únicamente se mantiene la tradicional representación teatral del cierre el próximo día 26, que se desarrolla en dos escenarios icónicos de la localidad como son La Plaza Mayor y la Torre de San Miguel.

Como novedad de esta XIX edición, está el cierre de las terrazas de los bares de la plaza y la invasión de sillas que llenará el espacio, con la retirada, esperamos que provisional, de la farola Isabelina que adorna su centro. Damos por hecho que se habrá contado con las medidas de seguridad necesarias, para llenar de obstáculos un espacio abierto, donde la afluencia de público es masiva, y que no volverá al centro de la Plaza la cruz del cementerio que la presidió durante toda la dictadura.

Ajenos a todo ello, llenos de ilusión, y orgullosos de la figura del paisano Fernando de Rojas, autor de una de las obras universales de la literatura castellana, están los “pueblanos” que colaboran, apoyan, cosen, cocinan, hacen de porteros e incluso realizan un trabajo ímprobo de forma voluntaria y sin contraprestación alguna representando en sus cuevas diferentes situaciones teatralizadas, configurando 120 de las 130 representaciones del Festival. Un trabajo sin precio para las gentes que aman el teatro, la literatura, a su paisano y sobre todo su tierra, y responsables de la consolidación de este Festival, a todos ellos MUCHOS CARROS…¡¡¡  

Paloma MORATILLA