Hasta siempre...Terele Pávez / Paloma MORATILLA

Sé que hoy sería muy fácil escribir un artículo sobre su vida. Plantear un homenaje a la mujer que paseaba por las tablas de los escenarios como nadie, que llenaba el teatro de voz y movimientos y con la que incluso un día, tuve la osadía y el enorme privilegio, de compartir escenario. Podría decir lo que dicen hoy todos los periódicos, que ha fallecido en el Hospital de la Paz de Madrid, como consecuencia de un derrame cerebral.

Sería muy simple hoy hablar sobre su prolija carrera teatral y cinematográfica, Los Santos Inocentes, Las Brujas de Zugarramurdi o El Bar. Todos esos datos que tiene la gente a la que le gustaba verla trabajar. Pero existe un pequeño rincón de su corazón más desconocido para el gran público. Algo que merece la pena ser contado en un día como el de hoy en el que comienza a caminar para formar parte del mundo de las estrellas, esta vez de las de verdad.

La pasión que sentía por su hermana Enma Penella, y por su hijo no podía ser detenida por vientos ni tempestades. Los dos grandes amores de su vida.Todos ellos dedicados al mundo de las “artes”, genéticamente hablando, músicos, pintores, actores, formaban parte de ese engranaje familiar, que dejó a este país, imágenes y sonidos para recordar toda una vida. El Gato Montés, pasodoble escrito por su abuelo Manuel Penella, o su personaje de Régula en los Santos Inocentes, son esos elementos dentro de la cultura española, difíciles de olvidar. Todo ello configuró a esa mujer que desconocía las “medias tintas”  y que siempre tuvo muy claro su camino, a veces doloroso pero también a veces gratificante, sobre todo en los últimos años.

Sería fácil hoy hablar de su Goya o de los aplausos recibidos, del nombramiento como “hija adoptiva” de Castilla La Mancha, o de la Academia de los Premios Pávez. Esa mujer a la que le importaba “un pito” la opinión de la gente, pero que guardaba los modos y las formas para preservar la felicidad de su hijo. A la que le gustaba sentarse en los bancos de los parques con los bohemios vagabundos o en el portal de su casa con “Manolito”, el mendigo del barrio, tras pagarle un bocadillo de calamares y un “botellín”, para recibir a cambio en el rostro, el sol de la mañana primaveral. Aunque los “buitres carroñeros” de  la prensa amarilla, vinieran después a denigrar la profesión de periodista contando patrañas y mentiras sobre “la actriz” Terele Pávez.

Sería una traición imperdonable hablar sobre su vida privada, sus manías, sus miedos, o de lo que le hacía sonreír. Su amor por los sombreros, y su afán por regalar, que hoy nos permite a todos los que la quisimos tener infinidad de recuerdos cerca, muchos impregnados de esa magia que el halo de su presencia dispersaba en el ambiente cuando era ella misma. Cuando representaba el papel de su vida. Sin maquillajes, pero derrochando el perfume de la bondad.

Sería muy fácil hoy decir que el pasado día 30 fue su cumpleaños, que nació en Bilbao el año que terminó la guerra, pero que se sentía madrileña de “pura cepa”. Sería muy fácil hoy hablar de las visitas al tanatorio, de la incineración y del llanto desconsolado de su hijo.

Es muy fácil hoy, hablar de la irreparable pérdida para el cine español.

Lo difícil hoy… es decir ADIOS a una AMIGA.

Paloma MORATILLA