El caldo gordo o lo que de verdad sucede

Hacemos el caldo gordo a quien nos seduce, le concedemos toda nuestra credibilidad aunque aparezca con una motosierra. Y últimamente hay muchas vías para conseguir ser seducidos. Empezó por la publicidad para incitarnos a comprar algo concreto y ahora se ha extendido a otro tipo de reclamos para apoyar una opción concreta, política, por ejemplo. 

Muchas veces, el ruido es muy intenso y las presiones son variadas, a través de medios de comunicación parciales y, el otro ingrediente que hemos introducido en los últimos años, las redes sociales.

Las campañas electorales ya no existen porque ahora, cada momento, cada día se ha convertido en un acto de campaña. Los políticos también han ido afinando sus mensajes para conseguir adhesiones. La derecha o ultraderecha española, por ejemplo, insiste en el apocalípsis y el todo es un desasatre y una ruina hasta que ellos vuelvan a poder y, ¿lo arreglen todo?

Como consecuencia de estrategias populistas, está sucediendo algo muy peligroso: un periodista argentino se ha dedicado estos días a preguntar a jóvenes por qué han votado a Milei. Contestan las mismas vaguedades que han escuchado, no saben exactamente por qué lo han hecho, son incapaces de concretar las medidas que ofreció el nuevo presidente y, mucho menos, sus consecuencias reales y en qué pueden favorecerles o perjudicarles.

Quizá la única manera de evaluar de verdad nuestros apoyos sea observar la realidad, lo que de verdad sucede al margen de palabras, insultos, promesas. Comprobar el día a día y saber si los gobiernos mejoran la situación real de los países y de las personas.

En el caso concreto de Argentina, solo habrá que esperar y ese es otro problema, pero también cuando pase un tiempo, nos servirá ver las barbas del vecino y comprobar la realidad que se esconde tras el ruido y el populismo.

elObservadorDCLM