Barbero: "La primera vez que ascendí al Ocejón me enamoré perdidamente del lugar"

Fernando Barbero Carrasco (Madrid, Vallecas, 1949) lleva muchas décadas vinculado a la literatura. Es parte de su vida. Ha escrito narrativa, poesía y ensayos. Además, es profesor–voluntario de los talleres de escritura creativa de la prisión de «Alcalá–Meco», en Madrid, tanto de la parte femenina como de la masculina. Como resultado del trabajo de sus alumnos ha surgido «Paréntesis», una obra colectiva en los que se han publicado los mejores relatos y reflexiones de los estudiantes. ¡Todo un lujo! Además, Barbero lleva más de 30 años vinculado con Robleluengo, una localidad de la sierra norte de Guadalajara, enclavada en la «Arquitectura Negra». Allí se ha alzado como una referencia de la agitación cultural y social de la comarca. Impulsa desde festivales de música a certámenes de cine, pasando por un medio maratón de montaña, en el que se asciende hasta el Ocejón, un pico que se encuentra a 2.048 metros de altitud. Por todo ello, hemos querido hablar con este escritor, para que nos hable de su trayectoria y compromiso. ¡No te pierdas la conversación!

¿Cómo surgió tu querencia por la literatura? De hecho, tus ocupaciones profesionales se centraban en otros derroteros...

Desde muy niño me aficioné a la lectura. Primero con tebeos y después con libros juveniles y de aventuras. Tras ello, esta pasión jamás me ha abandonado. Mi padre también leía mucho y en casa disponíamos de una minúscula biblioteca con títulos muy sugerentes y atractivos. Para mí fue natural leer y leer.

En algunas ocasiones intentaba escribir algo que tuviera algún sentido y, al compararlo con mis lecturas, lo rompía sin mostrárselo a nadie. Hace ya muchos años, me invitaron a sacar un artículo en una revista de literatura de viajes –CARTOGRAPHICA–, me atreví y, como gustó el resultado, me despojé de complejos y acabé una novela de ambiente montañero –Kif, kif–. Un trabajo al que se sumó otro ambientado en la Sierra Norte de Guadalajara, El sueño de Homero. Esta última obra sí que fue publicada. Desde entonces, me han editado libros de viaje, de relatos, ensayos históricos, novelas y poemarios.

¿Qué prefieres, la narrativa, la poesía o el ensayo? ¿Por qué?

Algunos días me apetece leer o escribir sobre un tema y al día siguiente sobre otro, pero reconozco que –últimamente– la poesía llena mi espacio vital con mayor fuerza que otras disciplinas.

Muchas de tus obras son ilustradas. ¿La literatura cromática es una combinación a tener en cuenta?

Para mí es casi imprescindible que mis obras tengan el apoyo de unas buenas ilustraciones. De esta forma, el libro como objeto mejora enormemente.

¿Cómo surgió tu vinculación con Robleluengo, en Guadalajara?

La primera vez que llegué a la Sierra Norte –entonces denominada de Ayllón– fue en el invierno de 1973-1974. Ascendí al pico Ocejón bajo una buena nevada y me enamoré perdidamente de este lugar. Más tarde, mi mujer y yo tuvimos ocasión de comprar una pequeña casa en Robleluengo y ya hace 30 años que soy asiduo de la zona.

Impulsas muchas actividades culturales y deportivas en la serranía arriacense. ¿Es fácil organizar estas propuestas? ¿Hay una buena respuesta del público?

Realizar cualquier evento deportivo o cultural en la Sierra Norte es un placer, pero –contradictoriamente– es un sufrimiento. Es como las relaciones amorosas, que tienen ambos extremos en el mismo acto.

Hasta hace relativamente poco, las autoridades provinciales y autonómicas, más que ayudar, ponían palos en las ruedas del carro de las actividades. Otra cosa ha sido siempre el Ayuntamiento de Campillo de Ranas, que siempre ha apoyado al Medio Maratón de Montaña del Ocejón, al Ranas Folk o al Festival de Documentales Arquitectura Negra, así como al desaparecido Certamen de Cine de Viajes. A esta colaboración se ha unido –desde hace algún tiempo– la Delegación de la Junta de Comunidades de Castilla–La Mancha en Guadalajara.

El público suele responder muy bien, asistiendo y agradeciendo el trabajo. De esta manera, se consigue que los pueblos no sean solo un grupo de casas, sino también una comunidad de ciudadanos.