Prepotencia y privilegios o cómo buscarle una utilidad a Vox

No es fácil encontrar una utilidad a Vox ni tampoco una cualidad positiva, pero rebuscando mucho es posible descubrir algo que tal vez merezca la pena, aunque sea para prevenir males mayores y para saber por qué actúan como lo hacen, con semejante desparpajo y con esa natural y despectiva prepotencia. 

Hace 47 años que murió el golpista y dictador Francisco Franco. Gran parte de la actual población española no vivió directamente el régimen, pero el partido ultra, aunque descolocado ya del tiempo y de las conquistas sociales de la reciente historia de España, sirve para mostrarnos cómo fueron aquellos años a través de su comportamiento actual y de sus anhelos cuando trata de revivirlos, cada 20 de Noviembre o cada vez que abren la boca en unas instituciones democráticas. Si por ellos fuera, no existirían: necesitan el poder absoluto y eso es precisamente lo que más buscan y lo que más añoran.

La primera señal de la herencia franquista en Vox y en buena parte del PP es la prepotencia. Los servidores del régimen franquista eran intocables, gozaban de todos los privilegios, entre ellos el de machacar o hundir en la más absoluta miseria a quien no pensara como ellos, a quienes no les servían, o a quienes se atrevían a incumplir sus mandatos o sus deseos. 

En definitiva, durante casi cuarenta años, los incondicionales del régimen franquista eran los únicos que vivían bien en España, quienes tenían trabajo, quienes colocaban a sus amigos y familiares. Disfrutaban de sus privilegios aún a costa de los demás y sin que nadie ajeno al engranaje pudiera hacer nada por tratar de defender ni siquiera un lugar digno donde trabajar y poder sacar adelante a la familia. ¡Cuántos tuvieron que convertirse, abjurar de sus ideas y mostrar públicamente su adhesión incondicional; su rendición!

En el entramado del ordeno y mando y de la represión inmisericorde estaban obviamente todas las instituciones: el ejército y las fuerzas del orden que servían a la dictadura; la justicia, si es que se la puede llamar justicia, y la Iglesia Católica, uno de los pilares esenciales en la formación de niños y jóvenes, con armas didácticas y agresiones físicas y psíquicas en los colegios y fuera de ellos, el miedo al infierno eterno en caso de no cumplir su catecismo o sus mandamientos, la represión y la resignación cristiana, paciencia y entereza para soportar cualquier tipo de agresión o violación. O violación de derechos.

Fueron muchos años de resignación para miles de personas que no comulgaban ni con la iglesia, ni con el régimen, para quienes trataban de huir del erial cultural que supuso un atraso en todas las disciplinas artísticas en relación con el resto de los países europeos, ni un atisbo de democracia, de libertad de elección, de pensamiento, de una lúdica creatividad. Y también sin libertad de prensa que era entonces el único medio de comunicación hasta que llegó el Nodo en el cine, o la radio que obligaba a todas las emisoras a difundir las noticias elaboradas por los medios del régimen. La propaganda, los rojos, los comunistas, ETA, las crisis o los masones. Todo lo usan, reviven y manipulan lo que les interesa.

Eso es lo positivo de Vox: que quienes no vivieron la represión franquista, tan vinculada al fascismo, sepan lo que añora y pretende este grupo de ultras, prepotencia y privilegios, desprecio y poder sobre las mujeres, control absoluto de los medios de comunicación, de la justicia, del ejército, de las fuerzas del orden y de la Iglesia Católica, desde emisoras de radio que hacen política para tratar de derribar el gobierno democrático. La propaganda: su único fin en política es derribar al gobierno y no aportar nunca nada para tratar de mejorar la vida de los españoles, ni en pandemia, ni en crisis económicas derivadas de confictos internacionales. Son españolistas pero tratan de ensuciar a España en las instituciones europeas. No tienen límites.

Todo esto no es más que una parte de aquella Historia que pretende revivir Vox, pero la herencia del franquismo, la prepotencia y los privilegios, sigue plenamente vigente en algunas mentes, en algunas instituciones. Parece mentira que casi 50 años después sigan ladrando, adueñándose de nuestra bandera, de la bandera de todos; parece mentira que el Partido Popular, o quienes mandan en el Partido Popular, con Ayuso como principal vocera, les siga el juego porque también se consideran herederos directos de aquella dictadura que tanto añoran para perpetuar los suculentos negocios, la corrupción, sin nada ni nadie que se lo impida. Y, si es posible, sin dar palo al agua.

También parece mentira que aún cueste escribir sobre esta realidad, que aún queden restos del miedo atroz a contradecirles, algo que también ha quedado como herencia de muchas dictaduras, aún pasadas varias generaciones.

elObservadorDCLM