El paje y el monaguillo

Cuando era pequeño y se acercaba el mes de enero, mi padre me decía que había visto a un paje por la ventana y que le había preguntado si había sido bueno para que mi rey favorito me trajera lo que yo pidiera el día de la Epifanía. 

La verdad es que yo era bueno o bastante bueno porque había sido monaguillo con el padre don José quien guio mis primeros pasos y me instruyó en la liturgia y en los buenos modos, las cualidades que debe atesorar todo acólito de hecho, según el Manual del Buen Monaguillo: piedad en el gusto por las cosas, prontitud y eficiencia en el trabajo, respeto al superior y en particular las reglas de urbanidad: limpieza, atención “con todos, a todo y en cualquier parte”, ser servicial e imaginativo y permanecer siempre atento a la hora de llevar el cáliz, el copón, las vinajeras, la manera correcta de cargar en incensario, encender los cirios siempre de dentro afuera o de apagarlos en dirección inversa. Don José prestaba especial atención a detalles como la intensidad con que debía hacer sonar la campanilla, antes y durante la consagración. Le molestaba si tocaba demasiado fuerte porque no se trataba, decía, de despertar a los fieles dormidos, que también, sino atraer su mirada con agrado hacia el baldaquín. 

Luego cambiamos de párroco y vino don Pedro con quien algunos decían que no me llevaba yo tan bien como con el anterior. La verdad es que siempre mantuve el decoro, aunque recordando las enseñanzas de uno de los tres santos que tenemos los monaguillos, San Tarsicio quien dio su vida por defender a su ministro cuando llevó la eucaristía a los cristianos en el circo romano y fue devorado por los leones. De eso quería yo guardarme.

Yo era monaguillo, pero también me gustaba ser paje, sobre todo paje de hacha que va marcando el territorio, o el paje real que recoge las cartas de los niños para llevárselas a los Reyes Magos y hacer realidad sus deseos para que su vida sea más fácil y más alegre.

En eso me he afanado toda la vida y no me importaría seguir siendo un buen monaguillo de un buen párroco si los fieles me siguieran queriendo porque soy trabajador, atento y toco sin estridencias la campanilla. Y creo que soy querido por la parroquia.

elObservadorDCLM