Palabras: tortuga, manzana, árbol

Llevaba mucho tiempo pensando dejar mi casa en casa y marcharme. Hacía más de sesenta años que vivía y como mi estirpe es longeva podía vivir al menos cuarenta años más, por lo que fui documentándome y trazando un plan. Aunque a esta casa me trajeron con mucha ilusión porque se me vincula con la vida y la longevidad, mi caparazón símbolo de la Madre Tierra y mi energía considerada la que mueve el mundo, pronto fui olvidada en un terrario más bien pequeño y poco saludable. Menos mal que disponía de una extensa biblioteca y mi vida era bastante llena, sobre todo de sueños.

Me marqué una meta: ya que en el Triásico éramos terrestres, luego acuáticas y cincuenta millones después marinas, ¿porque ahora en el siglo XXI no podíamos ser voladoras?

Estaba empezando a mudar la piel y también los escudos del caparazón por lo que era el momento de dar el gran paso.

Mi gran ilusión: las alas del colibrí.

Tienen colores muy llamativos, se mueven arriba, abajo, incluso hacia atrás o al revés, además pueden hacerte quedar suspendida en el aire en un mismo punto para morder lentamente por ejemplo, algo que tanto me gusta como una manzana y digo morder porque me quedaría con mi pico y mi fuerte mandíbula. Una cosa es volar y otra ser un pájaro y comer néctar o gusanitos en las flores. Eso ya....

Si pillo alas, seguro que encuentro el árbol de las manzanas reinetas que es mi fruta favorita y que poco se prodiga en esta casa.

Y ahora al lío. Ya tengo compradas las alas, me las mandan el lunes no me dicen la hora, así que me tendré que quedar en casa esperando al repartidor de Amazon. Mientras tanto, estoy viendo todos los videos que encuentro en YouTube, de la instalación y engranaje.

Lo más difícil va a ser sujetarlas a mi espalda pero como mi tronco es ancho y corto, pienso que con la silicona trasparente que recomiendan incluso para pegar hormigón, tendré suficiente.

Además no ataca la lámina refractiva que he pensado ponerme para poder volar de noche.

Teresa 2022