Árabes, musulmanes y las perlas del collar desparramadas

Tras los bestiales atentados en Cataluña, los españoles, los europeos volvemos a poner en tela de juicio nuestros pensamientos y nuestra relación con el mundo árabe. Muy diverso y muy complejo sin duda, pensamos que no se puede generalizar y criminalizar a toda una raza por el comportamiento radical de unos pocos, los radicales yihadistas. Desde una síntesis sin rigor por los millones de matices, los años de enfrentamientos y el papel de las potencias occidentales, pero, al mismo tiempo, por abrir paso a una reflexión más amplia podemos decir que un árabe (pueblo descendiente de Noé y Abraham, muy anterior al Islam) es alguien nacido en un país de los más de veinte en los que se habla el idioma árabe. Un musulmán es quien acepta las creencias islámicas, la religión de Mahoma que incluye entre sus preceptos la oración diaria, el ayuno en Ramadán, la peregrinación a los lugares sagrados y “el combate en defensa de la fe”. Se puede ser árabe y no ser musulmán, de hecho existen árabes cristianos o comunistas, aunque la mayor parte de los árabes son musulmanes, unos mil quinientos millones repartidos por todo el mundo. Se puede ser musulmán sin ser árabe y se puede ser integrista sin ser musulmán ni árabe. La rama más radical y violenta del Islam es el llamado Yihadismo que insta a regresar a los orígenes del Islam y reislamizar a todos los musulmanes desde la más ancestral ortodoxia para extender sus creencias por todo el planeta. La gran mayoría de los gobiernos del mundo árabe son regímenes autoritarios y corruptos. Debido a la aparición de Internet se abrieron muchos ojos y, entre los años 2010 y 2013, se produjo la llamada Primavera árabe, manifestaciones populares en las que millones de personas pedían democracia y derechos sociales. De aquella explosión se consiguieron algunos avances pero también muchos muertos como los 300.000 que ya se contabilizan en Siria. El intento de occidentalizar las costumbres generó también la radicalización de los yihadistas.

No se puede evitar no obstante la generalización ni tampoco que, tras los atentados, algunos o muchos europeos decidan repudiar ya a todo el pueblo árabe desde un pensamiento básico: les damos la bienvenida, permitimos sus costumbres y algunos de sus hijos masacran a los nuestros. Se pueden plantar macetas y bolardos pero es tan fácil matar y morir que es necesario intentar algo más y ahí es donde se abre el abanico que va desde la más radical expulsión de nuestro país a todos los musulmanes hasta la tolerancia que hemos decidido tras muchos años de reflexión, de acogida y amor al prójimo.

Aunque estos días nuestros ojos se dirijan a ellos con recelo, no todos los musulmanes son iguales. El Centro Islámico 'La Paz' de Toledo expresó su más profundo pésame "por la muerte de tantos ciudadanos y su condena de los atentados de Cataluña". En un comunicado, dijeron que “los individuos autores de los atentados son unos asesinos, criminales y que no representan para nada ni al Islam ni a la comunidad musulmana, sino que por sus actos y actuaciones son enemigos declarados de nuestra religión y de toda la comunidad musulmana en España y en el mundo entero...El noble Corán dice: No arrebatéis ninguna vida. Dios ha hecho de la vida algo sagrado. Si alguien mata a una persona inocente es como si hubiera matado a toda la humanidad y si alguien salva una vida humana, es como si hubiera salvado la vida de toda la humanidad".

El viaje del mundo árabe ha sido largo y lo seguirá siendo, igual que el de cualquier etnia humana que puebla nuestro planeta. Existen árabes violentos pero no hay que olvidar la otra cara, los incontables avances que les debe la humanidad, entre ellos algo tan nuestro como los molinos de viento inventados en el año 634 por un califa persa, quinientos años antes de que otro molino moviera sus aspas en Europa. A los árabes debemos el café, el jabón, el primer paracaídas, los perfumes, su arquitectura y su preciosa literatura. A propósito de viajes y reflexiones, en su libro Samarcanda, el escritor y periodista franco-libanés Amin Maalouf escribe:

En nuestros días, los viajeros tienen demasiada prisa, prisa por llegar, por llegar a toda costa, pero no se llega solamente al final del camino. En cada etapa se llega a alguna parte, a cada paso se puede descubrir una cara oculta de nuestro planeta, basta con mirar, con desear, con creer, con amar.

Hay viajes para recordar y otros para olvidar. Vemos en nuestros países a las mujeres musulmanas y sus atuendos, sus velos, su cabeza tapada. Antes y ahora nos hace pensar en su lucha por la liberación del yugo religioso y también del yugo machista. Algunas mujeres árabes se han rebelado pero otras, muchas, tienen muy inculcado el temor a su Dios, a sus creencias islamistas, algo para nosotros tan lejano como difícil de entender. Europa ha avanzado en tolerancia y el mundo musulmán ha involucionado hacia la intolerancia. La convivencia no es sencilla y mucho menos cuando algunos musulmanes se han propuesto imponer por las armas su radical religión, extender el Islam y sus costumbres ancestrales por todo el planeta.

La cantante del vídeo es Natacha Atlas, una mujer nacida en Bruselas, hija de padre egipcio y madre inglesa. Es la imagen de una revolucionaria en el mundo árabe. No requiere más comentarios.

Y para terminar, un poema. Escrito en el año 700 por el poeta del amor sensual y urbano Umar Ibn Abi Rabi A:

A una muchacha de formados senos

invité a tenderse, sin cojín sobre la arena del desierto. 

Así lo haré, aunque no sea mi costumbre. 

Y cuando iba a despuntar la aurora me dijo: 

Me has deshonrado, ahora vete si quieres, o sigue 

si así lo prefieres.

Pero no hice sino sorber sus encías 

y entre charlas, besarla en la boca. 

Me llené de toda ella. 

Me envolví en su vestido de seda 

y a mis ojos dije: Llorad ahora. 

Entonces ella se levantó 

para borrar con su manto las huellas 

y buscar las perlas del collar desparramadas.

 

Gloria Gallas.

Dclm