"Todo populismo termina con el populismo"

Son como fuegos artificiales, iluminan el cielo durante un instante y explotan. Pronto se convierten en humo y desaparecen. “Todo populismo termina con el populismo”. En una reciente entrevista, el expresidente Zapatero se refiere así al efímero espectáculo del populismo: “Las políticas de falsedad, de negación de la razón, no resisten en democracia, que promueve cierta tendencia a la objetividad, al respeto al conocimiento y a la verdad de los hechos; el populismo lleva en su ADN su propia destrucción”. Las puestas en escena duran lo que dura el espectáculo, como una serpiente que se engulle a si misma.

El populismo es la seña de identidad de las extremas derechas que han irrumpido en el panorama de muchas democracias en distintas partes del mundo. Sus recetas son erráticas, simples, vacuas y siempre utilizan un parecido trasfondo: tensionar y crispar el funcionamiento de las instituciones con un discurso ultranacionalista que rechaza la multiculturalidad, la pluralidad y la diversidad; negar la cohesión social, reclamar una vuelta al centralismo ombliguista, cuestionar el propio sistema democrático o negar obviedades científicas como el cambio climático que es, sin duda, el mayor reto actual de la humanidad.

Estos movimientos irrumpen en el escenario alimentando falsos debates, difundiendo falsas ideas y falsas noticias por las redes sociales, con el fin de atraer a parte de la población con sus discursos simplistas y reduccionistas.

Se trata la mayoría de las veces de pura puesta en escena que desdeña a los colectivos más vulnerables, con el preocupante denominador común de no proponerse nunca resolver las necesidades reales y más inmediatas de los ciudadanos y, por el contrario, fomentar la desunión y alentar crisis más que ayudar a resolverlas.

La penetración de estos fuegos de artificio está arrastrando a políticas de falsedad, de autoritarismo y de negación de la razón a los tradicionales partidos liberales, falsos centristas y conservadores que se suman al esperpento de una política estéril de crispación, seducidos por el éxito a corto plazo de un discurso vehemente y de negatividad social que suele abonarse en tiempos de crisis.

Frente al fantasma de la ultraderecha, del aumento del frentismo como cortina de humo de las desigualdades, la intolerancia o el involucionismo, siempre aparece una ciudadanía madura y formada que termina identificando las intoxicaciones y las falsedades incapaces de dar soluciones a los verdaderos retos de nuestra época.

España se está convirtiendo en un modelo, referente europeo en defensa de los valores democráticos a través de la aplicación de medidas reales que tratan de mejorar la vida de las personas y poner en marcha proyectos comunes que den respuestas a crisis sanitarias, energéticas o de inflación desde la defensa valores como la solidaridad, la igualdad o la justicia social, pilares básicos del Estado de Derecho.

En la anterior crisis de 2008, el gobierno conservador de España se olvidó de las clases medias y de las menos favorecidas siguiendo los mandatos de los líderes de la Unión Europea. Ahora sucede todo lo contrario: España es referente en políticas reales dirigidas a apoyar a los ciudadanos, al progreso del mayor número de personas y no solo a que se beneficie una vez más a una minoría que suele enriquecerse a la sombra de crisis, de crispación y de políticas populistas.

Las políticas de falsedad, de negación de la razón, no resisten en democracia. España ha tomado el camino con objetividad y con respeto al conocimiento y a la verdad de los hechos.

elObservadorDCLM