MI QUERIDA ESPAÑA -Un acercamiento al siglo XIX a través de sus crímenes: 15.-  Ah, el agua…

Por Carlos Muñoz Gonzalez

11.12.2020

Una vez más, el mundo rural y los odios almacenados durante generaciones son los causantes del derramamiento de sangre. 

Montreal, es un municipio de la comarca del Alto Campó en la provincia de Tarragona. 

“Resultando que por noticias que tuvo el día 10 de junio de 1879 el alcalde de Montreal, se constituyó en el término de Vall y encontró reclinado sobre una gruesa piedra del huerto de don Ramón Sans, un cadáver, que resultó ser el de Pablo Mercader, observándose mucha sangre desde el sitio en que se hallaba hasta unos veinte pasos de distancia, y no encontrándose arma alguna, y sí sólo una gorra de pana amarillenta, con visera, a tres pasos de distancia de dicho cadáver. 

Resultando que reconocido éste por los Facultativos, declararon que tenía una lesión en la parte interior del muslo izquierdo en su tercio superior, causada al parecer con arma de fuego, la cual interesó la arteria y las venas femorales, la que calificaron de mortal por necesidad; y practicada la autopsia, expresaron que dichas arterias y venas, así como las partes carnosas circunvecinas, estaban enteramente destruidas, con pedazos de ropa y perdigones, siendo dicha lesión causa de la muerte. 

Resultando que el procesado Masqué manifestó que, hallándose en el día mencionado regando su tierra, se le presentó Mercader amenazándole porque no le dejaba regar; y habiéndole amonestado para que se retirase, se marchó él a su casa a coger la escopeta. Que viendo su esposa, Antonio Reig, que él estaba enfurecido y que Mercader continuaba insultándole, trató de desparcirlos; pero siendo acometido por Mercader, le disparó la escopeta a unos cinco o seis pasos, dirigiendo el tiro a las piernas a fin de inutilizarlo, cuyo hecho confirma la Antonia, único testigo presencial del suceso. 

Resultando acreditado en la causa por el dicho procesado y de varios testigos que había tenido anteriormente disputas con Pablo Mercader, por el uso del agua del molino”. 

Masqué fue condenado a dieciséis años de reclusión e indemnización de mil quinientas pesetas al a viuda del finado. Posteriormente, la condena se vio rebajada, al aplicarse los atenuantes de previa provocación y no intención de causar la muerte. 

Carlos Muñoz González