DCLM.ES · OPINIONES · Teresa Suárez Fernández
16.11.2016
Sácame Deluxe
Por Teresa Suárez Fernández
"Finalmente, la televisión siempre busca al excéntrico, al atacante, al que se desvía. Esto origina noticias emocionantes, es cierto, pero también distorsiona y desinforma", Videopolítica: medios, información y democracia de sondeo, Giovanni Sartori (2003)
Desde que la política dejó de ser entrega y sacrificio para convertirse en oficio, a los electores nos va de mal en peor. Una vez ejercido el derecho al voto, la democracia, gobierno del pueblo, muta en cretinocracia cortesía de los representantes elegidos.
En un intento de frenar la brecha que los separa cada vez más de la ciudadanía, los partidos han optado por dejar de lado principios ideológicos excesivamente rígidos, que podrían frenar su avance hacia el ansiado poder, y los han sustituido por una práctica política que prima el mensaje, sobre todo la forma, frente al contenido, la intolerancia frente al diálogo, la imposición frente al consenso y el interés particular al interés general (según la pregunta 3 del
Avance de resultados del estudio 3145 Postelectoral elecciones generales 2016, el 77% de los españoles cree que esté quien esté en el poder, siempre busca sus intereses personales).
En el último
Barómetro del CIS de octubre de 2016, el 88% de los encuestados considera que
la situación política en España es MALA o MUY MALA. A la pregunta ¿cuál es, a su juicio, el principal problema que existe en España?, el primer lugar lo ocupa el paro (43,1%), a continuación la corrupción y el fraude (15,5%), seguido de
los políticos-as en general, los partidos y la política (14,3).
Mientras que el 38% de los encuestados asegura que NUNCA lee las secciones políticas de los periódicos, un 65% afirma que ve las noticias en la televisión TODOS los días. Así las cosas nuestros políticos, en un intento de sacudirnos este rechazo hacia los de su clase en el que nos hallamos inmersos, han impuesto el modelo
Sálvame (incuestionable líder de audiencia en su franja horaria) en el Congreso. Dicho modelo (en ocasiones especiales, como en la pasada votación de investidura de Rajoy, versión
Deluxe) se caracteriza por una permanente búsqueda del improperio, chascarrillo o bordería, que los convierta en titular de primera página y eleve la cuota de pantalla a la estratosfera.
La adopción de este formato, basado en crear tramas y problemas ficticios entre entrevistados, colaboradores, o entre entrevistados y colaboradores, todo ello con un cuidado sentido del espectáculo libre de complejos (disfraces, mascaras y lo que haga falta), ha convertido en destacadas figuras del Star system político a ciertos personajes que, de otro modo, serían unos completos desconocidos para el gran público. Y es que en estos tiempos broncos en que nos movemos, hay nombres que parecen predestinar a quienes los ostentan. Por ejemplo, si tienes facilidad para el insulto y la ofensa, y a un angelical Gabriel le sigue el apellido Rufián ¿a qué otra cosa podrías dedicarte mejor que a la política como espectáculo?
Amenizadas por la retranca de unos, pasión de otros y creatividad de los menos, las sesiones parlamentarias se transforman en un show de entretenimiento familiar, un auténtico
Sácame [en la tele] al que los excesos de notoriedad que dominan a los actores políticos obliga, en ocasiones, a colocar la etiqueta de no apto para todos los públicos.
Los profesionales de la política, sabedores de que la televisión les puede proporcionar un alto grado de visibilidad, acuden a los programas de debate desprovistos de pensamientos complejos, con los "puños fuera" y un discurso aligerado de toda complicación argumentativa, basado en sentencias de esas que se defienden con vehemencia, pero sin pizca de reflexión, a la hora del café en el bar de la esquina.
¿Qué se lleva? El populismo, cuanto más barato mejor porque mejores resultados da. Solo hay que ver como en EE.UU. su práctica ha conseguido llevar al señor con nombre de pato Disney (¡y eso que a éste si se le entendía lo que decía!) hasta la Casa Blanca.
Pero no es la española, aunque algunos lo crean, una audiencia cómoda. Nuestra condición de consumidores habituales y fieles de productos televisivos (especialmente realitys) nos convierte en un público exigente. No es fácil engañarnos y rechazamos de plano los entretenimientos impostados y faltos de alma. Y eso vale también para el espectáculo de la política.
Como muestra un botón. Las puestas en escena de Pablo Iglesias, el rey de las performances, en búsqueda permanente de la provocación y el asombro, pese a su dominio del medio televisivo no convencen a los telespectadores. Con un 3,2 de media ocupa el segundo lugar en la lista de políticos menos valorados, detrás de Mariano Rajoy (¡nuestro Presidente!) que con su flamante 2,97 encabeza el ranking. Además, con sus excesos, tanto verbales como gestuales, ha logrado que el 52,2% de los encuestados, sitúe a PODEMOS, la formación que lidera, en el primer puesto de los partidos a quien CON TODA SEGURIDAD NO LE VOTARÍA NUNCA.
En cualquier caso debemos preguntarnos, ¿a quien beneficia tanta sobreactuación? Desde luego al pueblo no. Detrás de ese empeño de no ir jamás al fondo de las cosas, de tratar lo que verdaderamente importa de manera superflua, se esconde un claro objetivo: seguir mermando nuestros derechos y reduciendo prestaciones sociales a la mínima expresión.
Así que la próxima vez que estén comentando la última ocurrencia de éste o aquel Alcalde, Diputado, Senador o Presidente, ¡recuérdenlo!
Teresa Suárez
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